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El otoño de la verdad

n dos días daremos portazo al verano e inauguraremos otoño. Con el furor fotogénico que ha poseído a nuestras recién estrenadas autoridades, no sería de extrañar la publicación de alguna imagen que les inmortalice en dicha tarea. Vale. Seamos buenos. Generemos la energía positiva que tanta falta hace para sacar adelante esta ciudad y pongamos nuestro grano de arena en el empeño. A día de hoy, parece que el silencio y la ausencia de crítica es el criterio que marca lealtades y sentido de la responsabilidad social y política. Nada más apreciado que el consenso, la unanimidad, la armonía. Ahora bien, si esa armonía solo permite cantar a coro loas y alabanzas, y toda discrepancia se entiende como traición ya se puede predecir que el batacazo será de espanto.

La única vacuna que permite superar errores y equivocaciones es la verdad. La verdad pura y dura. La que deja desnudo al rey y pone al descubierto las vergüenzas más ocultas. La que llama a las cosas por su nombre sin miedo a perder la estima de amistades, aliados o familiares. La que afronta de cara la realidad, sin disfrazarla ni manipularla, sin pasarla por el colador para eliminar impurezas y tropezones. También es cierto que a la verdad se la puede vestir con el traje del insulto, la maledicencia o el boicot para darle un uso interesado. O por el contrario se puede defender desde el compromiso, la implicación y el deseo de colaboración para conseguir mejores resultados. Pero, en cualquier caso, si es la verdad, o por lo menos la íntima y personalísima verdad de quien emite el juicio, hay que protegerla, respetarla y analizarla para extraerle el máximo valor.

Inauguramos el otoño con balances y evaluaciones. Y si sucede, como es costumbre, que la historia cansinamente se repite, ya sabemos lo que dirán unos y otros. Todo lo que demuestre un exceso de amor a la propia gestión queda de entrada descalificado. Todo lo que exhiba un superávit de mala leche y mezquindad puede ir directamente al cubo de la basura.

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