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Cartas desde el desierto

guapos

Las fiestas navideñas se acercan y debemos esforzarnos por abordar temas amables, que gocen de amplio consenso, aunque podamos por ello ser tachados de superficiales. Por ejemplo, la obviedad de que Xàtiva no sólo es el centro del mundo, sino que los setabenses también somos los más guapos del universo. Aportaremos testimonios fehacientes al respecto. En todas las épocas han abundado los escritos que prueban nuestra indulgencia a la hora de juzgarnos, que hallan de inmediato la aprobación cómplice, cuando no el aplauso enfebrecido, de la gente al uso. Hay muchos, pero traeremos a colación en este sentido algunas afirmaciones de sabios de la comarca. Vicente Ignacio Franco escribía el año 1798 que somos «corpulentos, bien parecidos, activos, valientes, fuertes de corazón, generosos, coléricos y vengativos». Nótese que incluso los dos últimos calificativos, de más que dudosa bondad, se convierten de hecho en alabanza: puestos a ser, somos también temibles para nuestros enemigos. Naturalmente, todo hombre de bien, y setabense a mayor abundamiento, debía creer a pies juntillas ese tipo de afirmaciones. El setabense Vicente Boix escribía en 1849 que somos «festivos, decidores, satíricos, maliciosos? juiciosos? tolerantes? generosos?». La lista de nuestras virtudes es interminable, y alcanza a las personas cercanas o familiares, como en el caso de los antepasados malteses de José Carruana. Este escritor decía en 1914 que los Sicluna, Grima, Mifsud, Vela? que vivían en la setabense plaza de las Coles y las calles del Camino y Mesones, también malteses de origen, eran «de tez morena, ojos negros y vivos, labios gruesos y talle esbelto, aunque de recia musculatura». Ningún rastro de fealdad, tampoco.

Pero ¡ay!, la unanimidad no existe, y la "fealdad" física o moral también asoma en algunos testimonios. La vecina población de La Granja fue repoblada en el siglo XVII con delincuentes, y durante décadas arrastró ese baldón. Y quizá en Xàtiva ocurriese lo mismo cien años después, pues según Rodrigo de Zepeda, oidor de la Audiencia de Valencia y coetáneo de los hechos, tras la guerra de Sucesión, «no se halla reparo en admitir en la nueva ciudad la plebe más infiel?». Pero la crítica más demoledora a nuestra excepcional belleza física y espiritual está escrita en las actas del ayuntamiento de Xàtiva del año 1709, en las que se comete el desliz de afirmar: ?«entre militares irlandeses, de nación francesa y otros agraciados forasteros?» ¿Cómo agraciados, más que nosotros?

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