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Cartas desde el desierto

filipinos

Más de quinientas empresas han cerrado desde el año 2012 en nuestra comarca. Y muchos no quieren enterarse de que sin crecimiento económico no hay política social posible, tan sólo reparto de la miseria. En una democracia liberal, la única que existe, el sector privado es el motor del crecimiento, y el público sólo debe vigilar celosamente que las reglas del mercado se cumplan y actuar, como mucho, donde la iniciativa privada no llegue. Los cuatro puestos de trabajo que el sector público pueda ofrecer son irrelevantes. Un centenar de estudiantes filipinos de familias de posibles, pasando en Xàtiva unos días al año, podría cambiar el rumbo de muchos negocios de nuestra ciudad. Y si, además, contamos con el efecto multiplicador del hecho, la propaganda gratuita que éstos podrían hacer entre amigos y conocidos, todavía más. Al Noreste de la filipina isla de Mindanao, en la ciudad de Butuan, se levanta la reputada Father Saturnino Urios University, construida a partir de la escuela parroquial fundada por el jesuita setabense del mismo nombre el año 1901 y presidida por una estatua de su fundador, que lo representa notablemente más delgado de lo que aparece en la única fotografía que de él se conserva.

Saturnino Urios nació en Xàtiva el año 1843 y tras hacerse jesuita tuvo que huir de España debido a la persecución de que fue objeto su orden religiosa, la Compañía de Jesús, durante la Primera República, de infausta memoria. En 1874 embarcó rumbo a Manila, y en las islas Filipinas realizó una encomiable labor estableciendo poblaciones que llevaban los nombres de su tierra: Játiva, Virgen de las Nieves, Novelé, etc. que congregaban a los indígenas que antes vagaban por los montes hambrientos y guerreando entre ellos. Ahí, por lo visto, tampoco hubo genocidio de la población autóctona a manos de los crueles españoles, pues en plena época independentista, cuando más enconadas podían estar las relaciones con la metrópoli, las autoridades le dieron el título de «Benefactor del Agusan», región donde desempeñó su labor. Se trata, evidentemente, de una universidad privada y católica, que no vive del erario público, y eso, tal como están las cosas en nuestra ciudad, quizá sea un inconveniente. Nuestros munícipes deberían ponerse en contacto con las autoridades universitarias para formalizar algún tipo de acuerdo de colaboración, establecer ventajas turísticas para los egresados de aquella universidad, implementar cursillos de castellano

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