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«No soy la artista del boli BIC, sólo es la técnica con la que mi obra cobra su sentido»

«No soy la artista del boli BIC, sólo es la técnica con la que mi obra cobra su sentido»

Huye de los estereotipos, de ahí que no se identifique con sobrenombres y calificativos como la artista del boli BIC. «Cuando empecé había menos gente que utilizara esta técnica pero yo no he inventado nada. No soy la artista del boli Bic. Para mi simplemente es la técnica en la que mi obra cobra todo su sentido», explica Cristina Ferrer (Canals, 1985). Aunque las acuarelas o la pintura digital también forman parte de su portfolio, es el realismo en esta técnica pictórica el que caracteriza su obra. De hecho, es tan buena en ello que recientemente Bic ha contactado con ella para ilustrar su catálogo de productos, que aún está en producción.

También se la ha conocido como Ilustrakatiuska. «Ir con mi nombre me daba vergüenza al principio, no publicaba fotos personales, sólo este nick que me permitía pasar inadvertida. Además, en ese momento, pensé que me resumía bien ya que me gusta la lluvia, las botas y la palabra katiuska», bromea. Poco a poco fue perdiendo la vergüenza inicial y Cristina Ferrer, la artista, se fue abriéndose paso.

Ahora está de enhorabuena porque acaba de publicar su primer libro de ilustraciones en el que hace una recopilación personal de unas 85 obras de su incipiente carrera pictórica. Desde su primer dibujo en BIC, un homenaje al extraterrestre más famoso, a Las Abejas, su último trabajo. Tempore, que será presentado mañana en Canals (CC Ca Don José, 19.30 horas), ha sido publicado por la editorial para la que trabaja desde 2013, Ediciones Babylon, una pequeña empresa ontinyentina especializada en ilustración. «En la editorial me propusieron hacer este trabajo en un tiempo récord y decidí asumir el reto. Aunque no me siento especialmente orgullosa del resultado porque soy muy crítica con todo lo que hago, sí que estoy satisfecha», afirma.

Ferrer es una artista que podría denominarse renacentista. Pinta, dibuja pero, además, empezó Bellas Artes, es maestra de primaria y en los últimos tiempos se ha adentrado en el mundo del tatuaje. Dice sentirse muy cómoda en este ambiente. «Siento que no tengo que justificar mi trabajo. No es como en mi faceta de ilustradora, en la que tengo que explicar que dibujar es un trabajo serio, además, me permite ayudar a la gente. Los tatuajes son cicatrices bonitas y, en muchas ocasiones, ayudan a superar historias personales. Haces feliz a la gente y es otra forma de hacer arte, que es lo que a mi me llena», dice Ferrer.

Entre el encargo y lo personal

Desbordada por el trabajo, al futuro le pide tiempo. Tiempo para seguir haciendo lo que le gusta, y tiempo para cultivar su lado más personal. «Supongo que todos los que nos dedicamos a esto estamos en cambio constante. No sé dónde voy, pero sí dónde me gustaría». Potenciar su parte artística y sus proyectos personales para no estancarse y evolucionar es uno de sus anhelos. «Si sólo te dedicas a los encargos, acabas por perder el norte. Desde luego, necesitamos comer pero hay que dibujar para uno mismo. Lo que quieras, cuando quieras. No perder tu esencia», explica. Para ella hay una diferencia muy grande entre el artista y el pintor. Un artista es el que vende lo que pinta y un pintor el que pinta lo que vende, «por desgracia es necesario hacer encargos porque hay que pagar facturas a final de mes, pero intento que no superen el 50% de mis trabajos pictóricos. Intento que mi obra sea mía».

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