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Biblioteca de familias

El abogado aixó y la prosperidad

Alcanzar la prosperidad es un objetivo vital desde tiempos pretéritos. A mediados del siglo XIX, algunos caminos para alcanzarla se podían encontrar en la realización de estudios universitarios, cobijarse bajo la sombra del poder, realizar un buen casamiento, o comprar tierras: la gran inversión que permitía lograr asegurarse una vejez sin agobios. Ahí está el ejemplo del abogado Salvador Aixó Mateu, ilustre letrado llegado a Xàtiva por aquellos años, y del que no nos queda nada, más que algunos papeles procedentes del despacho que abrió en la calle Moncada.

Según su declaración de méritos, hoy currículum vitae, alcanzó el grado de bachiller con todos los honores allá por el año de 1827. Estudió lógica, metafísica, matemáticas, lengua griega y latín, física experimental, derecho romano, y se empapó, sobre todo, de la Novísima Recopilación, las leyes de los Borbones ilustrados para gobernar España. Luego hizo la pasantía en el colegio de abogados de Valencia, y especificó en su currículum que no se había dejado llevar por veleidades constitucionalistas, incorporándose a milicia alguna, para así demostrar una oportuna fidelidad al nuevo absolutismo de Fernando VII, renuente a aceptar la constitución de 1812, la bisabuela de la que rige ahora los destinos del estado.

Ello le permitió abrir despacho en Xàtiva como representante de los intereses rústicos de la nobleza absentista. Como apoderado de aquellos ociosos privilegiados apretó a los labradores setabenses para que sus señores jamás perdiesen. Arrendamientos a dos años, renta a pagar en Navidad y San José, y ante el impago, posibilidad de embargo de la casa sin tener en cuenta jamás infortunios climáticos, ni malas cosechas. Con la ley en la mano, los propietarios ganaban siempre y los colonos nunca.

A pesar de ello, la riqueza del arrozal local y de los pueblos limítrofes permitió constituir una fuerte clase labradora llena de prosperidad, muchos de ellos futuros clientes del afamado Aixó. Así se especializó en contratos, obligaciones, testamentos y herencias. A la muerte de Fernando VII, hizo el prudente viraje político hacia la regente María Cristina, y apoyó el Estatuto Real, no cayendo en el error de seguir siendo absolutista, al contrario que su ilustre compañero Mariano Magraner, que abandonó el despacho para convertirse en guerrillero carlista. En su imparable carrera hacia la prosperidad, Aixó supo bien casar con María Elisea Chocomeli Aguas, hija del principal maestro cerero de la capital de la Costera. Hermana, además, de otro gran abogado que hizo carrera en Valencia, Franco de Sena Chocomeli, amigo y compañero de pasantía de Aijó, y por entonces sindico personero del nuevo ayuntamiento formado en Xàtiva tras la proclamación del Estatuto Real. La nueva coyuntura se celebró con una boda por todo lo alto, donde Elisea presentó como dote una casa de dos plantas en Fuente Alós, con desván, corral, pozo de agua, y encima asegurada por la Sociedad de Socorros Mutuos.

La prosperidad de Salvador continuó in crescendo, invirtiendo en la compra de arrozales y actuando como prestamista con la redacción de créditos hipotecarios al seis por cien de interés, lo que le permitió amasar el capital suficiente para hacerse con un caserón en la calle Moncada, donde criar a sus cuatro hijos: Nicasio, Elisea, Clementina y Hermila. Y redondear así su condición de respetable burgués sin necesidad de pertenecer a la nobleza de cuna. El motor del mundo sería el dinero y no el privilegio.

Pero, desgraciadamente, su crecimiento económico no se vio acompañado con una vida conyugal feliz. Enviudó de su mujer, perdió a sus dos primeros hijos, una de sus hijas quedó soltera, y la última no tuvo descendencia, con lo cual no tuvo sucesor para el despacho, ni tuvo tampoco la posibilidad de perpetuar el apellido Aixó, que se perdió para siempre, al igual que sus rentas, ya que Clementina y Hermila, a falta de hijos y sobrinos, decidieron dejar a su muerte, el patrimonio paterno a la Seu de Xàtiva. Hoy, aquellas vías de ascenso social han quedado reducidas a la nada con excepción del favor político, que seguirá siendo, hoy y siempre, camino de prosperidad.

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