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Espai Obert

a propósito de la escuela católica

a propósito de la escuela católica

El pasado viernes 26 de febrero de nuevo en el restaurante Casa la Abuela de Xàtiva tuvo lugar la cena anual. En ella nos juntamos los ya mayores; aquellos que no hace mucho (50/70 años atrás) estábamos intentando el saber leer y escribir. Encuentro parecido éste al que ya lo han sido los nueve anteriores años. Desde mi lugar veía otra vez entre los asistentes que los más jovencitos no bajaban de los sesenta y cinco años, entre el gran número de antiguos alumnos que en esta ocasión sumaban ochenta. Una semana antes del 26, ya preparando los organizadores (en los que yo me cuento) el acto, más que ser para mí esos días un tema centrado en el mismo compromiso, sin distracción ni otra cosa que pensar, si fui desde el primer día paralelamente captando detalles para mucha reflexión: las facetas que detrás o simultáneamente tiene una convivencia de este tipo que están amalgamadas, como parte de la concepción antropológica.

Empecé captando a solo unos días vista para reunirnos, información y detalles a través de quien recibía las reservas; en particular interesado de cómo iban respondiendo los eventuales comensales, con los inconvenientes que surgían, ello a fin de poder ir sumando el número de reservas, para no vernos en el último momento con sorpresas que desajustase el planteamiento inicial. En estas informaciones que iba conociendo, te encuentras aquel a quien le es imposible asistir por motivo del resfriado que arrastra ya de días. Quien la mujer, debido a sus achaques, no quiere quedarse sola, lo cual el marido cede al depender todo de él; sintiendo el dejar este año el de asistir; dado tiene que hacer de enfermero. Otro informa que ha coincidido con el pregón de Semana Santa de Xàtiva, quien nos dice tenía ya de tiempo programado un viaje a Benidorm. También ese compañero que los últimos años ya lo veíamos despistado; nos informan que desde hace unos meses está en una residencia geriátrica, con una demencia senil muy acusada. Aquel otro que nos comunica se encuentra ya días con resfriado; con lo cual no es aconsejable salir de casa por la noche, otro ya no se atreve coger el coche de noche, pues vive a 15 kilómetros de Xàtiva. El concreto exalumno que no falló en los seis primeros años, sabemos que está ahora con un Alzheimer muy avanzado; imposible poder estar en la cena, ni aun acompañado. Peor es los que cada año nos dejan para siempre. Y aquel quien nos dice que se le hace difícil asistir a la cena porque su pensión se le ha quedado muy corta, teniendo que prescindir de satisfacciones; como el reunirse con los compañeros de la escuela, y a pesar de tratarse el gasto de solo 16 euros. A todo esto, yo mismo no es que esté exento de algún que otro achaque, si bien me considero del grupo de privilegiados. Como suele decirse: que me quede como estoy. Total, un rosario de circunstancias propias de la persona mayor, lo cual aprecio a estas alturas: estamos con mayores necesidades espirituales.

Otras parcelas de este sector que igual existen, aunque veo pueden ser optimistas, —por qué no— distintas a las anteriores, con otros matices, porque el azar y circunstancias así lo han querido, son sin salirnos claro es de este mundo senior, muchas. Contrariamente aquellas que la economía le permite hasta invitar a tres de su familia para tener la satisfacción de estar todos juntos. O quien año tras año se desplaza desde Cataluña, Madrid, Almería, Valencia, Alicante? es de suponer que al estar a gusto con estos encuentros, gozar de buena salud, economía y llevado por la añoranza y sensibilidad que a estas edades es más acusada, puesto que ya nadie nos la cambia.

Dentro del mismo acto aprecias en la misma convivencia esa proximidad humana, la que te da cuando te encuentras con gente amable, conversadora, con auténtico sentido de la sencillez y del humor; aprecias también aquel de nivel social muy por encima de otros: catedráticos, abogados, maestros, médicos, directores de entidad bancaria, industriales, comerciantes, funcionarios... mezclados con el resto (que son la mayoría) trabajadores de talleres, empleados de comercio, del campo. En definitiva, un conglomerado en sí que le da riqueza a estás cosas, al margen del fin concreto, el cual es encontrarte para recordar los tiempos de la juventud en la Escuela Católica; con mayor razón es positivo y enriquecedor cuando en el encuentro y en todo esto no aprecias distinciones de clases, ni se dan preferencias para los lugares de mesa, como al igual de quien se sienta a tu lado.

Razones para el optimismo. Esta incondicional reunión empieza y termina desde hace diez años tan solo buscando lazos, el encuentro para revivir —sin más— aquello de la infancia; fuera de motivos políticos, religiosos, futbolísticos, falleros, de clases o de otros fines, que aunque todas admisibles y respetables nada ni parecido que ver a los de esta finalidad. No todo es tan negro ni frustrante a los casos que en primer orden antes expongo, ya que felizmente aprecias aquel con una salud envidiable, el que derrocha conversación, buena economía, apetito insaciable junto con semblante juvenil; otro a quien se le aprecia muchas ganas de vivir y de extender su optimismo a otros. En sí, la empatía saludable que todos debiéramos de tener como equilibrio positivo para la sociedad; esa máxima de convivencia para con otros, pero que la ley de la vida para bien o para mal siempre la hace diversa.

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