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La ciudad de las damas

Hablar, escuchar y actuar

Este pasado fin de semana tuvimos a toda una vicepresidenta en las calles de Xàtiva, dando explicaciones a quien quiso escucharla sobre su gestión en el Gobierno de la Generalitat. Siguiendo la práctica iniciada ya antes de las elecciones, los cinco integrantes del segundo grupo municipal más numeroso en el Ayuntamiento de Xàtiva, el de Esquerra Unida, se suben periódicamente en cinco taburetes y atienden las preguntas, sugerencias y críticas que la ciudadanía tiene a bien plantearles en la calle, ésa que es de todos pero que algunos parecían pisar siempre en coche oficial. Es delicado y peliagudo abrir, sin filtros ni intermediarios, la línea de comunicación con la ciudadanía. Por muchas y variadas razones. Que se lo digan al señor alcalde, que a veces se las ve y se las desea para actuar de moderador, desde la firmeza pero siempre desde un talante obligatoriamente democrático, en el turno libre de intervenciones que ahora se permite en cada pleno del Ayuntamiento.

En cualquier caso, colocarse ante la ciudadanía sin escudo protector, sin guión cerrado, en espacios abiertos y plurales muy diferentes de esa zona de confort donde el aplauso está asegurado, es, sin duda, una seña de identidad de los nuevos gobernantes que denota valentía, seguridad y confianza en la ciudadanía. Cualidades, por cierto, difíciles de encontrar en nuestro presidente en funciones, al que se puede recordar haciendo el ridículo desde una tele de plasma que establecía una férrea zona de seguridad que no pudiera superar ni el periodista más belicoso.

Entablar con la gente esa comunicación bis a bis supone ciertamente un evidente cambio formal y conceptual. Expresa el deseo de no encerrarse en su torre de marfil, conscientes de que periódicamente deben ponerse a tiro, en sentido figurado, si quieren mantener vivo el vínculo con quienes les eligieron. Sabedores de que si no lo hacen, si se dejan enterrar bajo expedientes y tecnicismos y son devorados por procedimientos administrativos y conflictos burocráticos, perderán esa conexión que les hizo merecer la confianza de quienes ya no creían poder creer en nadie.

La pregunta vecinal es certera o ignorante. El desafío es duro, sí. Porque la interpelación ciudadana puede ser cálida y amable, pero también crítica y corrosiva. Inapelable y comprometedora. Incómoda e incluso, ignorante. Pero es también la amarga medicina que vacuna contra las soberbias y despotismos que convierten a quienes hacen política en un problema y no en una solución. Inventadas están, como ha quedado bien demostrado, diversas estrategias que permiten hacer política en "off" para no ser incomodados, a base de decisiones de despacho privado y educadas ruedas de prensa, de reuniones de trabajo de alto nivel y de protectoras formas protocolarias que permiten gobernar sin ser molestados por ese pueblo gritón, a veces cariñoso, y a veces, muy faltón. Con todo, si fomentar y asumir la libre expresión del pueblo soberano ya exige grandes dosis de fortaleza y humildad, hacer la lectura correcta y no entenderla como un simple desahogo formal, es señal de una enorme convicción democrática. No se sale a la calle sólo a hablar, sino también a escuchar. Y no se debiera escuchar a la gente como quien oye llover sino para mojarse, analizando el mensaje recibido para, de este modo, dar la respuesta adecuada.

Es humillante ese postureo hipócrita, que siempre da la razón como se hace con los niños o las locas. Defrauda la cobardía para defender los propios principios y opiniones, por antipáticos o incomprensibles que puedan resultar. Y es que los principios, en la política y en la vida, son como el cariño, que ni se compran, ni se venden.

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