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tribuna abierta

el rostro de cervantes

el rostro de cervantes

En el cuatrocientos años de la muerte de Miguel de Cervantes, el 22 abril de 1616, bien vale la pena recordarle y brindar un pequeño tributo a este tan sobresaliente escritor, pues son pocas las ocasiones de este tipo que a uno se le presentan aunque la aportación mía sea modesta. Ello no impide participar en su exaltación, como también por otra justificada razón (que más adelante relataré). Al margen de la admiración y respeto que tengo al autor del Quijote, lo cual hace ya más que justificadas estas líneas, también me une algo al retrato aquí reproducido, el cual se ha hecho tan famoso a través de ilustrar los aniversarios y por ser tantas las veces publicado en prensa o mostrado en televisión, siempre coincidiendo, claro, con las destacadas fechas del nacimiento de Cervantes en Alcalá de Henares en 1547, o la de su muerte en Madrid en 1616.

Para quien no lo sabe, esta pintura es una tabla al óleo de 46x36 centímetros aproximadamente, y fue pintada en el año 1600 en Sevilla. Unos 16 años antes de la muerte de Cervantes, la inmortalizó Juan de Jáuregui (1583-1641) pintor, poeta y escritor amigo y contemporáneo de Cervantes, el cual plasmó de este modo al célebre y universal novelista del ingenioso hidalgo. Juan de Jaurigui Aguilar era hijo de una familia noble oriunda de Cantabria.

Esta obra ha estado (y pienso que debe de estar aún) presidiendo la sala de la Real Academia de la Lengua,. Tuve la suerte de haberla tenido en mis manos para un estudio, allá por el año 1985, gracias a la exquisita amabilidad del responsable de la academia que facilitó mi actuación para tal cometido. Un detalle sobre este cuadro famoso (que comprobé en mí intervención) fue descubrir que la tabla tenía dos cuarteados en aquel momento, siendo de arriba abajo uno; a la altura de la frente y ceja del personaje del retrato, que muy posiblemente ya viniese desde mediados del siglo XVIII. Dicho detalle se aprecia en la foto. Y otro más reciente, igualmente de arriba hacia abajo cortando la oreja. Puede que esta segunda rotura ocurriese a primeros del XIX con mucha probabilidad, pues en una copia que existe de este mismo cuadro del siglo XIX tan solo aparece el primer cuarteado, o sea el antiguo, que el copiador plasmó en la realización, como un detalle más de la obra. Todo ello justifica y nos hace pensar que esta opinión sea quizá la más acertada.

Después de esta experiencia que recuerdo con tanto cariño, aquel mismo día la mañana aún me dio un respiro para dar un agradable paseo por el barrio literario de Madrid, (pues no me quedaba lejos) donde después de hacer una breve visita a la casa de Lope de Vega —ese que tan mal se avenía con Cervantes— en la calle de su mismo nombre, tuve la sensación de que podía encontrarme por cualquier rincón de la casa o ya por la calle con el célebre dramaturgo.

He considerado escribir estas líneas (de lo que ya es historia para mí), pensando que a muchos lectores les resultará curioso conocer un detalle más, de todo lo inimaginable que abarca la historia tan grandiosa ligada a quien escribió la novela Don Quijote de la Mancha.

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