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El Mirador

Una asociación trasnochada

Recurrente y cíclica, como la estaciones del año o el turrón por Navidad, así son los de ADECA. Cuando el gobierno ontinyentí que preside con suficiencia Jorge Rodríguez está en vísperas de hacer balance del primer año de gobierno, valorar o lo que toque en estos casos, tras arrasar el 24 M, de nuevo, sale a la palestra, con ánimo de restarles protagonismo, una asociación que si por algo ocupara un sitio en los anales de la ciudad es por haberse erigido en estrella de la política más turbia que ha vivido la ciudad, en su actual travesía democrática. Dicha agrupación se auto titula ADECA, nació hace casi tres lustros, cogida de la mano hasta lo indecible del tándem del PP local formado por L. Insa y F. Tortosa, y además de contribuir a crispar la ciudad como nunca, y a hacerle la campaña del 2007 al PP, las únicas que ganó con mayoría absoluta, en su haber público o del bien común no se les conoce aportación alguna.

Ahora, de bell nou, irrumpen en la sosegada vida primaveral ontinyentina «instando», o mejor pretendiendo, que el batle «se posicione del lado de los afectados por el tema de les casetes». Un disparate vamos, cuando ahí están las hemerotecas que los retratan de pe a pa. Según las cuales calumniaron y se ensañaron de forma inmisericorde contra buenas personas que sin ánimo de lucro ejercieron, con sus aciertos o desatinos, de forma eventual la política local. Muchos de ellos, como bien apunta y evoca con suma insolencia su enquistado presidente, Víctor Márquez: «Recordemos que por el tema de les casetes están procesados el ex alcalde, Manuel Reguart. Junto a él, cinco personas más: dos ex ediles de urbanismo Rafael Portero (Bloc) y Filiberto Tortosa (PP)?» Que incluyera a F. Tortosa se explica porque les salió el tiro por la culata cuando gobernó el PP y tuvo que pechar con la legalidad. Y como resultado también tenían que extender su venganza y rencor a los en otra hora aliados bélicos.

Por ello, que J. Rodríguez «nunca haya tenido ningún tipo de contacto con los afectados de ADECA», como manifiesta con el resentimiento que lo caracteriza Márquez, en estos envites es lo que al menos cabía esperar de un alcalde aclamado por los votos de los vecinos y por manifiesta solidaridad con sus antecesores que obraron con justicia y racionalidad. Evitando meterse en el charco de la complicidad con unos convictos trasgresores de la legalidad, cuya mayor auto defensa ha sido esgrimir el viciado recurso del agravio comparativo. Cuyo argumento les sirvió para demonizar y cuestionar la honorabilidad de unos representantes que, con más o menos pericia, intentaron aplicar la legalidad.

Y es que el tinglao de les casetes, que ya suma un patrimonio descomunal, inició su decadencia casi al unísono con la actual crisis económica. Tanto es así que hoy en día solo hay que asomarse a una inmobiliaria local para elegir una caseta, con o sin piscina, de todos los precios, tamaños y ubicaciones. En consecuencia, «la cultura de les casetes», que despobló a la ciudad hasta convertirla en un donuts, como bien la tildan algunos arquitectos, es un concepto doliente para la ciudad, trasnochado y causante del pronunciado individualismo que aún pervive en Ontinyent. Por ello, que hasta la anterior concejala de territorio, Rebeca Torró, y vigente directora general de la vivienda, sea objeto de sus viscerales críticas, resulta hasta un halago para el resto de la ciudadanía que no comulga con las ruedas de molino de dicho representante asociativo. Sin duda, en la pila de pecados que arrastra dicha asociación también arrastra la penitencia, incluida la de no sentarse con el alcalde. Máxime cuando aún siguen sacando pecho y sin entonar el mea culpa.

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