El final del verano llegó y tú partirás... nos decía la canción del Dúo Dinámico quizá para recordarnos que el ligue vacacional llegaba a su fin. Después del atracón de feria y noches sin dormir, lo que necesitamos es unas vacaciones, añadía alguien al finalizar la fiesta. Hace unos días nos visitó Peter Wilmer, de camino a las playas de Castellón. Comentaba que nunca había vivido un verano tan caluroso en Xàtiva, tiene aquí una casa. Los que le acompañábamos en la cena ya no teníamos palabras para argumentar un asunto tan novedoso. Ese día había sido infame; las botellas de agua iban y venían, los abanicos, el «no me toques que me pego» „que yo diría «no me toques que te pego»„ una densa calima y una humedad tropical. Mi amigo Peter tiene prohibido tomar el sol, es rubio como la cerveza, muy británico. Esa noche comprobé lo que llaman la flema británica. Cuando llegó a casa venía con un carro de la compra, desde el otro lado de la ciudad, cargado de sandías, y sonreía como un monje budista. A mí me parece que es un digno heredero de Townsend, que allá por el siglo XVIII se paseaba por nuestra ciudad.

Pedro «el inglés», que es como le gusta a mi amigo que lo llamen, está jubilado y hace tiempo que disfruta de sus paseos campestres y de la alfarería. Ya saben: «la mujer es tejedora y el hombre, alfarero». Sin embargo a mí, cuando el veranito se alarga, se me paralizan las neuronas y entonces me da por el surrealismo. Estoy tan surrealista últimamente que he dejado de leer la prensa, prefiero algo más hardcore porque el mundo ha cambiado muchísimo. Ahora sería imposible sacar rentabilidad en una feria a La Mujer Serpiente. No es ficción. Hubo una Fira de Xàtiva en la que allí estábamos, haciendo cola, en una suerte de instalación cutre, ante el cine Avenida, en la que se anunciaba, con un enorme cartel pintado a mano, la presencia de un ser mitad humano y mitad serpiente. Aquello resultó ser una estafa impresionante; caja de cartón, una tela por aquí y por allá, y una cabeza de mujer real que salía de entre una rosca de tela y relleno. Y allí estábamos, como locos, haciendo cola, para ver a esa mujer y serpiente a la vez. Piensan que éramos ingenuos. Tal vez entonces teníamos una gran capacidad para ilusionarnos por nada o que nuestro imaginario era capaz de creer lo imposible. Eran otros tiempos.