La Entrada Cristiana de Ontinyent se impregnó ayer del aroma de la sierra y el romero, cortado por supuesto, con navaja. La capitanía de Vicent Marrahí convirtió la capital de la Vall d'Albaida en dominio de los Contrabandistas con un boato que escenificó el modo de vida bandolero y su socorro a Ontinyent ante la Francia invasora, a principios del siglo XIX. Irónicamente, la televisión francesa, presente por primera vez en las fiestas de Moros y Cristianos de la ciudad, retransmitirá una representación muy visual de su expulsión de las tierras de la Vall.

La entrada contrabandista arrancó con un viaje al centro de la vida en Ontinyent. Animales domésticos y puestos de mercado introdujeron al público asistente en una suerte de mercado municipal por el que desfilaron escuadras de las comparsas contrabandistas de otros municipios de la comarca „Albaida, Benigànim, Montitxelvo...„, invitadas a la Entrada. Tras ellos llegó la invasión del ejército francés, una escuadra de caballería y otra de infantería que se llevaron los aplausos de los asistentes por la elegancia de sus uniformes blancos, rojos y azules.

Después de otro pelotón de contrabandistas, la ayuda bandolera frente el invasor, la actuación del Ballet Opera de Ontinyent, que bailó música flamenca interpretada en directo desde una carroza, simbolizó la celebración posterior a la reconquista de la ciudad. Con la vuelta de los contrabandistas a sus serranías de origen llegó el momento más espectacular del boato. Tras los integrantes del Masters Ballet, representando plantas y picos de montaña, y el paso de algunas aves salvajes, un enorme carruaje coronado por árboles y cargado de romero roció el aire de la avenida Daniel Gil con el delicioso olor de la planta. Las hijas y favoritas del capitán, Rebeca y Marta, abrieron desde lo alto de una carroza el último tramo del boato. Estefanía Martínez, primer tro contrabandista y esposa de Vicent Marrahí, encabezaba la escuadra Tempranillo al son de la marcha Estefa, compuesta en su honor por el músico D.J. Ferrero Silvaje. Y por fin, escoltado por algunos lobos y la escuadra Contrabando, apareció Marrahí, solemne protagonista, presidiendo las huestes bandoleras desde la cima de una montaña. Las notas de la Agrupació Musical Ontinyent cerraron el desfile de la capitanía con las notas de Rebemar, marcha de Ferrero Silvaje dedicada al capitán cristiano.

Un sueño a modo de Ambaixada

Después del espléndido boato contrabandista, la Entrada cristiana prosiguió con los desfiles del resto de comparsas: Fontanos, Almogàvers, Asturs, Llauradors, Cides, Bucaneros, Estudiants, Gusmans, Arquers y Cruzados. Los Marineros cerraron la participación del bando cristiano en el acto con una Ambaixada que representó el viaje de un grumete que aspira a ser marino. José Vizcaíno y Mª Carmen Martínez, Embajador y Abanderada, presidieron la entrada marinera desde lo alto del galeón La Rosa dels Vents acompañados por una marcha homónima, compuesta para la ocasión por Ferran Sanchis. Al cierre de esta edición, el bando moro comenzaba su desfile encabezado por el boato del capitán, José Galiana Borredà, miembro de la comparsa de los Abencerrajes.