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la ciudad de las damas

Encrucijada socialista

Se han ido a la porra temas que parecían de gran actualidad, viendo la última noticia relativa a los socialistas. Sobre todo, porque siendo algo que les afecta sobre todo a ellos, atañe también al conjunto de la ciudadanía.

Hablar de los problemas que afectan a casa ajena es de mal gusto, incluso se puede considerar un entrometimiento descarado que se puede resolver con un buen portazo en las narices. Sin embargo, parece que sea permisible e incluso recomendable, cuando las decisiones ajenas pueden ser absolutamente determinantes para muchas personas cuyas vidas, felices o desgraciadas, dependen del próximo Gobierno. Imposible no implicarse en la resolución de un conflicto que tendrá inmensas repercusiones en la vida cotidiana de muchas personas si se permite que siga gobernando un Gobierno que personifica la corrupción, el recorte de derechos y la pérdida de calidad de vida.

El PSOE es un partido muy castigado electoralmente y afectado, como el resto de las formaciones políticas de este país, por el escepticismo y la incredulidad de gran parte de la ciudadanía, que, a fuerza de desventuras, como decía el poeta, tiene el alma profunda y oscura. Un partido que ahora se ha visto en una encrucijada trascendental en la que ha de demostrar, sin ninguna clase de ambigüedad, los intereses que defiende, proclamando de forma inequívoca, su identidad como partido.

Porque la identidad de un partido no la da su historia, ni su himno, ni sus banderas, ni sus líderes del pasado o del presente. Ni su gestión cuando es gobierno, o su estrategia cuando es oposición. Ni siquiera las aspiraciones, siempre nobles y respetables, de su militancia. La da su actuación en los momentos decisivos, cuando la historia les pone en disyuntivas estratégicas en las que tienen el poder de cambiar la historia o de dinamitar todo el capital de credibilidad acumulado hasta la fecha. Ahí es, donde fuera de mitos y leyendas, se ve el ADN de un partido, su cara oculta y real, su voluntad de servicio o sus ocultos e inconfesables intereses.

Es apasionante observar ahora en el PSOE como dirigentes nacionales y locales olfatean el aire, huelen la sangre y se alinean movidos a veces por la coherencia ideológica, a veces por el instinto de autoprotección.

Lo magnífico del asunto, aunque algunos no verán nada envidiable en esta situación, es que encierra la posibilidad de determinar quien manda realmente en el PSOE. Porque aunque los partidos, como los sindicatos, son por definición organizaciones democráticas, nada hay más fácil, como se ha visto, que cargarse la democracia mediante sutiles o burdas maniobras que permiten que las decisiones importantes se tomen en círculos elitistas, que se saben por encima de las decisiones y las opiniones de la militancia.

Ahora es su momento. En todas las localidades y agrupaciones debería generarse una ola imparable que devuelva el protagonismo a los socialistas de corazón, a quienes siempre han querido trabajar para la clase obrera que llevan en sus siglas. Es labor de titanes, ciertamente, pero sería hermoso, y positivo para este país que el PSOE retomara sus orígenes, se hermanara con aquellos con los que comparte ruta, aunque no destino y mandara a la cueva, de donde nunca debieron salir, a Alí Baba y sus compinches.

Por eso hoy, cualquiera que defienda la libertad y el progreso, espera esperanzado la reacción de la militancia socialista y confía en su firme decisión de imponer al partido en el que creen y por el que trabajan, un único e innegociable objetivo: impedir que la derecha siga castigando a las personas, robando su futuro y negando su derecho a la felicidad.

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