«Trata acerca de los últimos habitantes de una enorme zona de España, supervivientes de una forma de vida, de una cultura en sí, de una manera de entender la vida. Pero también porque suelen ser los últimos en quienes pensamos». Paco Cerdà explicaba así el título de su libro Los últimos. Voces de la Laponia Española (Pepitas de Calabaza, 2017), con el que ha querido ofrecer el testimonio de algunos de los habitantes de un mundo que empieza a agonizar. Es la consecuencia del éxodo rural, proceso que aumentó exponencialmente los habitantes de las grandes ciudades y sus áreas metropolitanas, pero que dejó tras de sí unos efectos a los que hemos dado la espalda, un paisaje vacío, viejo y silencioso. Cerdà ha dado la voz a este paisaje y sus gentes. El periodista de Levante-EMV presentará Los últimos. Voves de la Laponia española, ya en las librerías desde el pasado miércoles, mañana sábado a las siete y media de la tarde en la Casa de la Cultura de Xàtiva.

El libro-reportaje de Cerdà es el resultado de un viaje invernal de más de 2.500 kilómetros durante el que su autor visitó algunos de los 1.355 pueblos que componen esta España despoblada, conocida como la Serranía Celtibérica o la Laponia del sur. La última metáfora no es gratuita: ambas zonas son las únicas en toda Europa que ofrecen una densidad inferior a los 8 habitantes por kilómetro cuadrado. En el caso español, el dato exacto es de 7,34 habitantes por kilómetro cuadrado. «En una zona que abarca más de 65.000 kilómetros cuadrados, tan grande que en ella cabría dos veces todo el territorio de Bélgica y tres veces el de Eslovenia, viven solo 480.000 personas, una población similar a la de Alicante y los cuatro pueblos de alrededor. Es todo un páramo», afirma Cerdà. Cada ejemplo resulta, si cabe, más cristalino que el anterior.

A lo largo de diez capítulos, correspondientes a cada una de las diez provincias que componen este desierto demográfico —Guadalajara, Teruel, La Rioja, Burgos, Valencia, Cuenca, Zaragoza, Soria, Segovia y Castelló—, Paco Cerdà se entrevista con los habitantes de las aldeas y pedanías que pueblan un territorio inmenso. Cada historia es una bengala en la oscuridad, un grito de socorro en medio del silencio. El de unos pueblos que mueren junto a sus habitantes, condenados irremediablemente al abandono. La mitad de los 1355 pueblos que ocupan estas tierras tienen menos de cien habitantes, y hay muchas pedanías con diez o incluso menos. Es el caso de Arroyo Cerezo, en Valencia, con diez vecinos, y cuya visita inspiró a Cerdà para convertir aquel reportaje en un libro más profundo. También el de El Collado, de la comunidad autónoma de La Rioja, donde dos matrimonios luchan por revitalizar una aldea de la que son los únicos habitantes. En Motos, Guadajalara, vive solo un pastor de ovejas llamado Matías. Otras poblaciones, como Les Alberedes, ya fueron abandonadas hace años. Allí viaja Cerdà junto a Lucía Carceller, quien pasó toda su infancia en esta aldea deshabitada de la provincia de Castelló. «Lo que mis ojos solo veían como un lugar gris, silencioso y abandonado, para Lucía era el paisaje de su vida», recuerda Cerdà «¿Qué será de todo esto cuando la memoria de Lucía falle?». Es el fatal destino de todos estos lugares, desaparecer del mapa para, después, desaparecer de la memoria.

«Triplemente muertos»

En Los últimos subyace una idea terrible, que acompaña al lector durante todo el viaje por la enorme España despoblada: «En el sistema imperante, el del capitalismo feroz, el que no consume está muerto; el que no produce está muerto. Y el que ni consume ni produce, y además genera gasto, está triplemente muerto». Es el caso de esta zona, que por no generar, no genera ni votos que puedan hacer que alguien se gire hacia ella. Pero no solo los políticos son los culpables del olvido al que aquellos lugares están sometidos, también nosotros. Cerdà lo ejemplifica muy bien: «¿Preferimos que se construya un polideportivo en nuestro pueblo, o una carretera que una a Sesga con Ademuz? Diríamos que hombre, que allí en Sesga son muy pocos, que yo quiero mi polideportivo».

Para él ha sido un viaje de un enorme interés humano y, sobre todo, periodístico. «Una de las metas más loables del periodismo», sostiene, «es la de dar voz a aquellos que no la tienen», resume. Durante su recorrido Cerdà se encontró con gente que no quería marcharse de donde estaba. «Parece un pensamiento simple, pero esconde una filosofía mucho más profunda: por qué debo tener un móvil, un coche, una hipoteca, un apartamento en la playa... ¿Por qué se me ha de imponer un modo de vida que no quiero?», es lo que se preguntan casi todos ellos.