«Ai, qué por». Rafaela Mengual no deja de repetir la misma frase mientras se retuerce con amargura en la cama que una vecina ha improvisado para ella en el comedor de su casa. En la madrugada del martes, esta mujer de 82 años, que padece alzheimer, estuvo a punto de perder la vida cuando las llamas devoraron el domicilio donde ha residido prácticamente toda su vida, en el número 57 de la calle Carneros de Xàtiva.

Eran casi las dos de la madrugada cuando José, el hijo de Rafaela, salió a la calle y alertó al vecindario con sus gritos del incendio que se había originado en el brasero eléctrico de la mesa camilla de la cocina. Un fuerte humo invadió todas las estancias y tiñó de negro el interior de la casa. Fue en ese momento cuando la actuación providencial de Jorge Guerrero, un exbrigadista forestal de 41 años que ahora trabaja en la conservación de carreteras, salvó a la mujer de una muerte casi segura.

Según los testimonios recopilados por este diario, José, de 46 años, estaba terminando de duchar y de preparar la ropa a su madre, que había sufrido una indisposición, cuando advirtió del intenso humo y, en estado de pánico, salió de casa pidiendo auxilio, prácticamente desnudo. Mientras tanto, un joven de 23 años que convive con éste en el domicilio saltó desde una ventana del primer piso, a una altura de unos 4 metros, huyendo de las llamas. José le ayudó a amortiguar la caída. Rafaela, mientras tanto, seguía atrapada en el cuarto de baño.

Jorge Guerrero dormía apaciblemente en su casa, a pocos metros de distancia, cuando, alertado por los gritos, salió a la calle y, sin pensárselo dos veces, irrumpió en el interior de la vivienda para rescatar a la anciana. Iba descalzo y en pijama. «Escuché el escándalo y creí que había una pelea. Cuando José me dijo que su madre estaba dentro de la casa, entré sin pensármelo. Fui caminando por el pasillo a tientas, agachado para evitar el humo, pero aún así no se veía nada». En ese instante, Jorge decidió regresar sobre sus pasos para recoger en su casa una linterna frontal que utiliza en sus escapadas de montañismo. Una vez equipado, volvió adentrarse en el peligro. Esta vez sí pasó de la cocina -devorada por las llamas- y llegó al lavabo, que seguía resguardado del fuego. «Cuando encontré a Rafaela, estaba agarrada a la pared gritando ´socorro´, muy asustada. La cogí en brazos y la saqué fuera», cuenta Jorge a Levante-EMV. «Si no llego a entrar y esperamos a los bomberos, la mujer se habría muerto, porque en medio minuto la combustión fue muy grande. Incluso con la linterna no veía nada: me lo cuentan y no me lo creo», rememora el vecino, que no puede borrar las imágenes de su cabeza.

«Si Jorge no llega a entrar, mi madre se muere». José, que todavía no digiere lo ocurrido, coincide plenamente con el testimonio de su vecino. Tanto él como Rafaela tuvieron que ser atendidos por inhalación de humo y, aunque fueron trasladados al hospital, recibieron el alta al cabo de unas horas. También Sergio, el chico que se precipitó desde la ventana, se encuentra sano y salvo, aunque sufrió múltiples contusiones.

La casa, destrozada por el incendio

Jorge rehusó ser atendido por los servicios sanitarios tras su heroica intervención. «Ese día ya no había podido ir a trabajar porque no me encontraba bien y tuve que ir al médico. Hubiera perdido toda la noche y luego ¿quién me paga el jornal?», ironiza. «Me acosté pasadas las 2 y media y a las 6 tenía que levantarme. El corazón se me salía por el pecho y por la mañana aún tenía la boca negra», relata a continuación. Jorge ha sido tres años brigadista forestal y ha tratado el fuego en la montaña, pero en una casa el peligro es mucho mayor. «La suerte es que era una vivienda pequeña y que el fuego aún no se había extendido mucho», zanja.

Antes de que llegaran los bomberos, algunos vecinos echaron cubos de agua al inmueble incendidado, una casa muy antigua donde las vigas de la cocina son de madera. Del fuego también se salvó una perra que se escondió detrás de la lavadora y pudo ser rescatada por los efectivos de extinción. «La casa ha quedado destrozada. Menos mal que está el seguro: los peritos ya la han visto y nos han ofrecido otro piso», explica José a este diario. Antes de poder ocuparlo, sin embargo, tendrán que esperar unas semanas.

Mientras tanto, Rafaela ha sido acogida por una vecina de toda la vida y su hija, que se han volcado en ayudarla a ella y a José, sin otro sitio donde quedarse. «Se ha salvado porque estaba en el cuarto de baño: si llega a pillarle en la cama se muere. Podemos dar gracias de que está viva, porque el incendio fue a las dos de la mañana y en esta calle (en el casco antiguo de Xàtiva) quedamos muy pocos vecinos: la mayoría ha muerto y otros son antisociales», expone Rosa Morán, que tranquiliza a su vecina cuando Rafaela le transmite su miedo: «Conmigo no te va a pasar nada».