Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Sombras

Hay algo que esta ciudad necesita desesperadamente cuando se anuncian ya los calores. Algo que no tiene color, ni materia, ni precio pero que es indispensable para sobrevivir en una ciudad que afortunadamente ya no ocupa primeras planas por la cara dura de sus gobernantes pero sigue haciéndolo por batir récords veraniegos en relación a la temperatura alcanzada. Son los espacios sombreados, las zonas al área libre donde poder huir de las casas recalentadas. No hay que ser un gurú con poderes extrasensoriales para apostar que el verano llegará y traerá altísimas temperaturas que se convertirán en tema de conversación en las salas de espera y los ascensores. Que aportará ese zumbido constante a cuenta del funcionamiento permanente de los aparatos de aire acondicionado. Que provocará la huida masiva de la ciudad de todos aquellos que encuentren un refugio en esos días de Agosto „por supuesto anteriores y posteriores a la Fira„ para evitar esos días en los que, a determinadas horas, parece que haya caído una bomba de neutrones y exterminado toda señal de vida.

Sin embargo, la ciudad sigue habitada y si hay un elemento imprescindible para la población que veranea en su casa, es algo tan humilde y poco valorado como la sombra. Espacios sombreados donde ponerse a salvo de ese sol de justicia, que en estas latitudes resulta mucho más contundente que la propia justicia. Imprescindibles para la gente que trabaja fuera de sus casas, muchos de ellos sin posibilidad de acampar bajo un aparato de aire acondicionado que alivie la presión ambiental. O para quien sigue teniendo que hacer trayectos por la ciudad por motivos profesionales o domésticos, que pueden convertirse en trampas mortales, sometidos a temperaturas insoportables.

Además, las vacaciones escolares dejan una población infantil, cargada de energías y muy sensible a los calores, que además se merece un descanso en las mejores condiciones. Y no se puede vivir todo el día al borde de la piscina pública, ni escondidos en la oscuridad y aparente frescura de viviendas, cerradas a cal y canto para defenderse del calor.

Pensando en las criaturas y en su ocio, merecen un serio comentario los varios parques infantiles diseminados por la ciudad. Primero porque vienen a ser el centro social de la gente pequeña, lugar de encuentro y de entretenimiento, como bien saben los esforzados familiares de diferentes generaciones que pasan horas y horas a la vera de columpios y toboganes. Artilugios por cierto, cuyos diseños parecen a veces encaminados a conseguir romper las piernas a los menores o la espalda al adulto que los vigila. En todo caso, habría que hacer un serio intento para evitar que se conviertan en instrumentos de tortura que, al menor descuido, dejan marcada a fuego a la incauta criatura que toca un metal que arde la mayor parte del día, por lo que, en realidad, quedan completamente inutilizados y casi resultan peligrosos, la mayor parte del día. Eso sin hablar, del estado de algunos de ellos, tema de conversación preferido de muchas mamis y papis, que ven como el estado de limpieza y mantenimiento deja mucho que desear. Y es muy mala experiencia volver a casa del paseo con la criatura cabreada, quemada y con riesgo de insolación.

La economía del día

Un ayuntamiento que efectivamente piensa en las personas ha de trabajar por cambiar su vida cotidiana con mejoras que puedan vivirse. No sólo cuenta la macroeconomía, sino la microvida, la que se vive todos los días y que resulta más fácil o difícil en función de decisiones, en apariencia tan inofensivas, como la existencia de buenos árboles bajo cuya sombra se pueda encontrar buen cobijo.

Compartir el artículo

stats