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Crónica del exterminio «socarrat»

El congreso sobre el «urbicidio» en Xàtiva radiografía el asedio y destrucción de la ciudad a través de los dietarios y crónicas de la época, algunas inéditas para el público El 310 aniversario de la efeméride se conmemora hoy con una recreación histórica

Los investigadores Pablo Camarasa, Vicent Josep Escartí y Carmen Pérez, ponentes en el ciclo de conferencias de ayer en Xàtiva. perales iborra

Al igual que los Kapuscinski, Capa o Pérez-Reverte arrojaron luz sobre el horror de las guerras que sacudieron al mundo en el siglo XX, la magnitud de la barbarie que en 1707 se cernió sobre Xàtiva no se entendería sin la lectura de los dietarios privados y las narraciones que radiografían la Guerra de Sucesión y cubren el vacío mediático de la época. El profesor Vicent Josep Escartí diseccionó un buen puñado de estas crónicas, auténticas joyas rescatadas „algunas inéditas para el público„, en la tercera y última jornada del congreso Urbicidi: la destrucción de la ciutat per la violència humana, celebrado en la ciudad socarrada.

Los relatos fueron escritos en su inmensa mayoría por autores leales a los borbones y, pese a las omisiones deliberadas, las imprecisiones y la utilización interesada de los hechos para acomodarlos a sus propios intereses, reflejan la crueldad del exterminio total que arrasó la segunda ciudad del Regne de València aquel 19 de junio de 1707, dramática efeméride de la que se cumplen 310 años.

Obstinación. Este es el término que más se repite en la obra de cronistas como Josep V. Ortí, Isidro Planes, Josep Manuel Minyana o Vicente Bacallar. El adjetivo que se usa una y otra vez para describir a los moradores de una ciudad que plantó cara como ninguna a las tropas borbónicas tras la desfeta de Almansa y para justificar lo injustificable: la quema de Xàtiva y la expulsión de toda vida humana, la aniquilación de los afectos a la causa austracista, el saqueo y confiscación de bienes y la supresión de la identidad de un pueblo que terminó siendo rebautizado como Colonia Nueva de San Felipe.

Las narraciones muestran cómo Felipe V quiso aplicar un castigo ejemplarizante que sirviera de «escarnio» para otras plazas rebeldes. Con un lenguaje contundente, los dietarios retratan la violencia del episodio: todos los insumisos que portaban armas fueron «pasados a cuchillo» y «no se concedió paz ni cuartel» ni a mujeres, ni a niños, ni siquiera a los clérigos y frailes que no comulgaban con las ideas de los invasores. En los Sucesos fatales de la ciudad y el reino de València, Planes describe la «defensa rabiosa» de los moradores y la ferocidad de la ofensiva, que terminó con «la representación del juicio final»: había «orden del rey de que se demoliese la ciudad sin dejar ningún edificio». Una vez completado el asedio con éxito, los vencedores citaron en Montsant a todos los supervivientes, incluidos clérigos, mujeres y niños. Los infieles al nuevo régimen tuvieron que exiliarse a Cataluña o fueron conducidos como prisioneros a Castilla. En la ciudad «no se dejó persona viviente». Incluso las religiosas de Xàtiva tuvieron que partir, reorganizadas en conventos de València.

Con la capital de la Costera vacía, los soldados saquearon cuanto encontraron a su paso y luego prendieron fuego a todos los inmuebles: solo un puñado de templos sagrados se salvaron. «Que se apiade el señor de esta miserable gente», claman los autores partidarios de Felipe V. La destrucción de la capitalidad de la demarcación de més enllà del Xúquer fue festejada en otras poblaciones. Los manuscritos examinados reproducen la carta que el general D'Asfeld, que comandaba las tropas borbónicas, remitió al obispo de Cartagena para tratar de expiar sus pecados por las víctimas civiles. «Son tan malos que tomando nosotros las casas, ellos las quemaban», se defendía. «Clamaban que solo querían morir». «Buscaban la muerte». Estas tesis, pura propaganda de los vencedores, calaron en los relatos de la época. Los mismos que observaban a Xàtiva como «una nueva Jerusalén».

Cuentan las crónicas que 600 ingleses y 2.000 miquelets defendieron la ciudad frente al invasor. Narran también el tortuoso exilio al que se vieron condenados muchos fieles austracistas. La falta de alimentos y la fatiga propias del viaje provocaron no pocas muertes. Una «floreciente y populosa» localidad, con 4.000 casas en aquel entonces, se vio reducida a cenizas. «Nada quedó de Xàtiva: ni el nombre», apunta Bacallar. «Todo quedó reducido a la obediencia del rey». Las huertas y todas las posesiones de los pobladores fueron confiscadas. A juicio de Escartí, esta colección de relatos apuntala una realidad: cómo en 1707 «se consumó el urbicidio de Xàtiva», una ciudad borrada del mapa, destruida, que se quedó sin nombre ni gente que la poblara.

Objetivo: repoblar «San Felipe»

En ese desolador panorama, Felipe V inició un proyecto de colonización para repoblar el territorio incendiado, un capítulo que fue abordado por la profesora e investigadora Carmen Pérez en la ponencia posterior. Después de protagonizar «uno de los sucesos más dramáticos de la Guerra de Sucesión», el primer borbón aprovechó la conquista para «hacer tabla rasa», aboliendo los fueros e imponiendo Las Leyes de Castilla en territorio valenciano, a cuyos moradores dispensó «un trato vejatorio», equiparado por Planes al que los conquistadores brindaron a los indígenas americanos.

«El paso de las tropas borbónicas por el país anunció el fin de un sistema político, la supresión de las instituciones representativas y el inicio de los abusos y extorsiones sobre el pueblo vencido», resume Pérez. Felipe V emitió un decreto el 28 de septiembre de 1707 con el que quiso sentar los cimientos para edificar una ciudad de nueva planta con pobladores «dignos y santos», «caballeros y oficiales que conservaran la pureza de la religión y la obediencia al rey».

La historiadora ha indagado en el Archivo Nacional para dibujar un esbozo de los primeros años de colonización: un proceso plagado de obstáculos, con muchas claves aún por descubrir. Los vencedores temían que nadie quisiera vivir en aquel pueblo en ruinas, sin ayuntamiento ni comercios, sin juzgados ni parroquia.

La falta de peritos para el reparto de tierras y la improvisación provocó un cúmulo de errores a la hora de adjudicar los bienes confiscados a los vencidos en Xàtiva, valorados en 9 millones de ducados. El procedimiento estuvo marcado por la desproporcionalidad y el fraude y terminó desencadenado un alud de reclamaciones judiciales, según la investigadora.

La desconfianza de Felipe V hacia los eclesiásticos que apoyaban a los austracistas y el temor a una nueva rebelión generó «grandes enfrentamientos» entre la jurisdicción eclesiástica y la real, puesto que solo se autorizó «una parroquia para lo preciso». El rey disponía de un listado de clérigos fieles y no autorizó a los frailes de los templos regresar a Xàtiva ni aceptó devolver a la iglesia los bienes confiscados, lo que desató la ira del arzobispo de Valencia.

La elevada presión fiscal castellana ahogaba a los pocos contribuyentes que se establecieron en la ciudad tras la crema. Los jornaleros soportaban «una precariedad extrema» y vivían «en condiciones pésimas». En ese contexto, la negativa del rey a retornar antiguos privilegios al municipio, las irregularidades y las disputas con el pueblo ralentizaron la colonización. «Xàtiva no renunció a reivindicar su sistema de gobierno», recalca la investigadora. Habría que esperar casi un siglo para que la ciudad recuperara su identidad. Fue en 1811, cuando las Cortes de Cádiz le restituyeron el nombre.

Recreación histórica hoy

La jornada de ayer se inició con las ponencias de Pablo Camarasa y Mercedes González. Por la tarde, el profesor Rafael Roca abordó el papel de la crema de Xàtiva en la Renaixença valenciana. Para terminar, Germán Ramírez trazó un recorrido por la evolución del sentimiento de la sociedad valenciana hacia este episodio desde principios del siglo XX. El historiador reflexionó sobre cómo el valencianismo de izquierdas adoptó la tragedia como seña de identidad y elemento indispensable de su iconografía. También el regionalismo de derechas se sirvió de la posterior abolición de los fueros en su lucha frente al centralismo. Ramírez recordó cuándo Alfonso Rus ofreció a Felipe VI voltear el cuadro de su antepasado que cuelga cabeza bajo en el museo si pedía perdón al pueblo de Xàtiva.

Un concierto de la Capella d’Art Músic cerró el congreso organizado por el Ayuntamiento de Xàtiva y la Universitat de València. Hoy se conmemora la efeméride de la crema. A partir de las 11.30 horas, la plaza de la Seu acogerá un concurso y exhibición de disparo de salvas. A continuación, una recreación histórica del asedio de 1707 con la participación de 70 Miquelets tomará el casco antiguo. A las 19 horas, los Miquelets harán una ronda por la plaza del Mercat, antes de un taller de danza barroca.

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