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La visita de Pablo Iglesias a Xàtiva

H ubo un tiempo en que la patria española corría el peligro de disgregarse no a manos de los nacionalismos separatistas como ahora, sino como consecuencia de la falta de políticas de cohesión social, que impedían a muchos obreros identificarse con la monarquía, la bandera o el himno nacional. Tras la represión, el bipartidismo liberal y conservador del régimen de 1876 cambió de actitud y decidió abrir el sistema, e integrar en el juego político a una nueva fuerza antisistema creada por Pablo Iglesias Posse, un humilde tipógrafo que había fundado hacia 1879 en una taberna de Madrid un nuevo partido y sindicato, con el objetivo de defender la causa obrera, y que la clase proletaria dejara de ser una inmensa minoría silenciosa que sólo pedía ser igual en derechos y oportunidades al resto de sus conciudadanos.

Pablo Iglesias llegó a Xàtiva como fundador del Partido Socialista Obrero Español, de la Unión General de Trabajadores y concejal electo de Madrid en junio de 1909, para insuflar moral al naciente sindicalismo setabense que no se cansaba de organizarse por oficios, para conseguir que se regulasen por ley horarios laborales y salarios dignos. Llegó en tren en un viaje relámpago para dar una conferencia el martes por la tarde, y marchar a la mañana siguiente hacia Alicante en el primer rápido que pasase por la capital de la Costera, que gracias a sus buenas comunicaciones por vía férrea siempre pudo disfrutar de la visita de jefes de estado y gobierno de rango nacional, y de líderes como Pablo Iglesias, que siempre despertaban la esperanza para unos, y para otros el odio más profundo.

En esta ocasión, el internacionalista pudo hablar porque a los liberales y republicanos locales y nacionales les interesaba la emergencia del Partido Socialista Obrero Español como fuerza política que pudiese aliarse con sus respectivos partidos para conquistar el poder mediante el voto, y no la revolución. Aunque Iglesias estaba abierto a todo para cumplir el objetivo de establecer la igualdad en España. Y sólo se aliaría con aquellos que ayudasen a los socialistas a mejorar las condiciones materiales de existencia de la clase proletaria.

Iglesias consideraba como obrero no sólo a todo aquel que tuviera encallecidas las manos por el rudo trabajo, sino a todo aquel que empleando energías musculares o intelectuales fuese explotado por el capital. En su opinión, a la clase proletaria se le privaba de medios de subsistencia dignos, de instrucción, descanso y delectación del espíritu en la contemplación del arte de los nacientes museos, o del disfrute de la naturaleza, y en suma, aspiraba a que los proletarios pudiesen convertirse en clase media, que es lo que daba estabilidad a un país, para desbancar del poder a la opulenta burguesía, que tras la revolución liberal había sustituido a la aristocracia de antaño como gran detentadora del poder. En su arenga por la igualdad se olvidó de la mujer que continuó siendo la esclava del obrero, alguna con infinitas horas de trabajo en el taller, salarios peores que los hombres y sin posibilidad alguna de ocio, ya que al llegar a casa tendría que seguir con la jornada doméstica.

Los sindicatos fueron la máxima expresión de aquel primer socialismo en Xàtiva. Iglesias aprovechó su visita para apoyar el nacimiento de la Sociedad de Obreros Panaderos Setabenses El Germinal, fundada un año antes, y que se autodefinía como movimiento social adscrito a la lucha de clases nacida para liberar de la esclavitud a los trabajadores, en este caso de hornos y tahonas, y que diese paso a una sociedad más vigorosa que acabase con la explotación del hombre por el hombre. Se creaba de esta manera un sindicato, que con la ley en la mano, iba a luchar por la mejora de los salarios y condiciones laborales de aquellos obreros panaderos, aprovechando el reformismo social introducido por Canalejas y Maura, con el objetivo de que los obreros se identificasen más con la bandera nacional. Así, Germinal bregaba en aquellos años por conseguir que se aplicase la ley de descanso dominical, y luchaba contra aquellos patronos que «se empeñan en burlarse de la clase proletaria incumpliendo la ley, y sólo pedían tener un día de descanso para poder confraternizar con nuestros hijos o esposas». Con el paso de los años se convirtió en uno de los sindicatos de oficio más fuertes de Xàtiva, y con un poder enorme, ya que sus huelgas podían dejar sin pan a la capital de la Costera, como así ocurriera a lo largo de los años veinte y treinta.

Conscientes de aquella vigorosa fuerza proletaria, liberales y conservadores fueron abriéndose a través del reformismo social o el Instituto Nacional de Previsión a las demandas de aquellos explotados, para atraerlos a la legalidad y conseguir en un ambiente de paz la mejora de la clase trabajadora, lo que a su vez supondría bienestar para todos los españoles, porque como bien dijera el malogrado Canalejas «si no tenemos un pueblo medianamente feliz, preparado política, económica y socialmente, no tendremos patria, porque esa es la sustancia, esa es la vida y la médula de la nación». Apostaba el líder por un sindicalismo dialogante a imagen y semejanza de las Trade-Unions inglesas.

Nunca la violencia

Sin optar por vías revolucionarias, ni el derramamiento de sangre, y con mucho esfuerzo, Pablo Iglesias fue el primer diputado socialista que consiguió sentarse en el Parlamento español en una época de gran inestabilidad política. A pesar de ello, el golpismo militar y el sindicalismo revolucionario optaron por la conquista del estado sin hacer uso del juego político, unos por considerarse los salvadores de la patria, y otros por conseguir otra más justa e igualitaria para todos. En ningún caso, la violencia política puede hacer que ningún pueblo se identifique con los símbolos patrios. Ni la patria se impone, ni es propiedad de ninguna ideología, ni se ama si no reparte bienestar, y no es única, sino diversa y múltiple. Sólo así es como se forjan las naciones o los estados plurinacionales libres.

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