El costumbrismo idealizado y colorista ha perdido a uno de sus mayores exponentes. Ayer por la mañana fallecía de manera repentina Alfredo Mompó Roca, durante décadas profesor de dibujo en el José de Ribera pero, esencialmente, pintor. Un pintor obsesionado con la luz; con las estampas pintorescas que cultivó con tanto esmero. El próximo domingo hubiera cumplido 83 años. Tras un año negro, el pasado 2017, en el que Xàtiva perdió a tres grandes de la pintura como Leña, Rafael Blasco y Gómez Aranda, ahora se marcha uno de los referentes de una Xàtiva, la de la efervescencia bohemia de los años 50 y 60, de la que era uno de los últimos supervivientes. La misa funeral en memoria de Mompó Roca tendrá lugar a la una del mediodía en la Seu.

Hace unos años, Mompó Roca afrontó unos momentos muy difíciles. Por un lado, en mayo de 2012 fallecía a los 45 años su hijo Alfredo víctima de una larga enfermedad. Por otro, en octubre de ese mismo año, un incendio arrasaba su estudio en el chalé de Bixquert en el que pintaba y custodiaba habitualmente su producción. El fuego acabó totalmente con alrededor de 40 cuadros que el artista tenía ya listos para una exposición individual en la Casa de la Cultura en apenas unas pocas semanas. A estos dos contratiempos se uniría años después el estado de salud de su esposa, Matilde, que le sobrevive. Tenía también una hija y era abuelo de varios nietos.

Pero el 16 de enero de 2015 volvió a sonreír. Ese día, la Casa de la Cultura estrenaba la muestra antológica El pintor de la luz, dedicada —al igual que tres exposiciones anteriores sobre Juan Francés, Vicente Giner y Leña promovidas por el consistorio— al conjunto de su carrera. A través de casi cien cuadros, los espectadores pudieron conocer en toda su dimensión el universo creativo de un artista prolífico considerado el enlace entre varias generaciones ya que tuvo contacto con Tudela, Lajara, Guiteras o Climent Mata siendo muy joven; con los de su edad y también con nuevos creadores, puesto que su labor docente en el Ribera le permitió detectar y alentar las carreras de incipientes pintores como Ernesto García Lledó.

Precisamente García Lledó y el director del IES Josep de Ribera, Jacint Martínez, recordaban en la exposición de hace tres años que Mompó Roca padecía de nódulos en la garganta y sufría frecuentes ronqueras. Y que para paliar los esfuerzos vocales que suponía dar clase, llegó a hacerlo ayudado de un micrófono y un pequeño altavoz. Ambos destacaron, también, que el pintor tenía un aspecto muy serio que para nada se correspondía con su excelente carácter y su disposición a la broma. La carrera de Mompó en el Ribera comenzó en 1978, después de varios cursos en un instituto de Albacete. Desde su ingreso en el liceo setabense y hasta su jubilación, en el año 2000, fue siempre el jefe del Departamento de Dibujo del centro.

En la muestra de 2015, coordinada por Josep Sanchis, jefe de la Casa de la Cultura, se le dedicó un catálogo en el que el historiador y columnista de Levante-EMV Salvador Català trazó su biografía. Y recordó que pese a ser uno de los pintores más prolíficos de su generación y de gozar de un gran éxito comercial, tardó un poco en tener ese mismo reconocimiento en tierras valencianas e incluso en Xàtiva, donde expuso de manera individual más bien en pocas ocasiones. Con todo, llegó a exponer muchas veces en Valencia; sobre todo en esa época dorada de la pintura figurativa de finales de los 60 y principios de los 70 en la que en la capital eclosionaron numerosas galerías privadas, tal como recordaba el empresario, gran aficionado a la pintura y también columnista de este diario Rafael Martínez. Su obra puedo verse en varias ocasiones en salas de prestigio como Segrelles o Pizarro. Su presentación en Madrid tuvo lugar en 1983, en la sala Verona. Y en posteriores ocasiones expondría varias veces en la galería Infantas.

Un ambiente casi onírico

Mompó Roca mostró en su pintura una especial predilección por las estampas protagonizadas por mujeres y niños en ambientes románticos, casi oníricos: la playa, el campo, los jardines... Eran unas figuras fuera del tiempo, ensimismadas. Pero a diferencia de otros artistas de ese estilo que perfeccionan la figura, el pintor evolucionó hacia unas pinceladas más sueltas e incluso a dar a sus cuadros cierto aspecto de inacabados, lo que contribuía a esa imagen de ensoñación que tenía su obra, tal como han resaltado los estudiosos de su producción. Y todo ello sin olvidar los paisajes de Xàtiva o los abundantes desnudos femeninos que también realizó. La crítica calificó el grueso de su producción de pintura «impresionista romántica». Y pese a que siempre resaltó en sus cuadros un estado de cosas amable y candoroso, en 2007, con motivo del tercer centenario de la quema de Xàtiva alumbró una impactante pieza con unos personajes víctimas de aquel crimen.