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Los daños por la plaga del conejo persisten en 39 municipios tras 10 años

Las medidas desplegadas desde 2008 por la Generalitat no han mitigado la sobrepoblación en la Costera y la Vall d'Albaida - Esta última comarca sigue siendo la más damnificada de la C. Valenciana

Protesta agrícola por la falta de medidas contra la plaga de conejos de la Vall d'Albaida, en 2012. perales iborra

Ya no hacen tanto ruido como antes, pero no por ello la problemática ha desaparecido. Ni mucho menos. Los agricultores de la Vall d'Albaida se han acostumbrado estoicamente a lidiar con los trastornos ocasionados por la plaga del conejo de campo en una comarca que continúa registrando la mayor incidencia por la sobrepoblación del animal de toda la Comunitat Valenciana.

Lo vuelve a confirmar el último balance oficial manejado por la conselleria: el conejo representa un «riesgo elevado» por los daños en los cultivos agrícolas en 32 de los 34 términos municipales de la Vall: todos a excepción de Pinet y Aielo de Rugat. En ninguna otra comarca hay tantas localidades señaladas en rojo. La situación ha cambiado muy poco desde que, en 2008, la Generalitat puso en marcha un plan de choque con medidas extraordinarias para contener la plaga. Hace una década, los datos oficiales constataban el peligro de la sobrepoblación en 34 pueblos de la comarca, dos más que ahora. En la Costera, hoy son 7 los términos afectados: la Font de la Figuera, Llanera, la Llosa de Ranes, Montesa, Rotglà y Xàtiva. En 2008 eran los mismos, además de Genovés y Estubeny.

«Ahora el problema es visible en toda la Comunitat Valenciana, pero en la Vall d'Albaida el agricultor se ha habituado porque no le queda más remedio. La plaga tiene la misma intensidad y no ha remitido, pero la gente se queja menos porque ya forma parte del paisaje. Nos hemos adaptado», resume con resignación Paco Benavent, secretario comarcal de La Unió de Llauradors. Benavent, que nació en la Ribera pero lleva 22 años residiendo en Bèlgida, recuerda que cuando se asentó en la Vall no podía creer la cantidad de conejos que veía y los estragos que causaban en las explotaciones agrícolas. «En la Ribera desconocíamos ese problema, que ahora se ha hecho visible en todas partes y a nadie le extraña», continúa.

Para combatir al conejo, cada nuevo árbol productivo que se planta ha de quedar bien blindado con una malla protectora cuya instalación ha de ser sumamente cuidadosa. «A la mínima que no la colocas bien, la retiran: tienes que estar haciendo de policía continuamente. Cuando no te agujerea la tierra el conejo, hay algunos cazadores que las chafan», sostiene el dirigente.

Jabalís, cabras... y ardillas

Más allá del coste económico que comportan las tareas de prevención dirigidas a contrarrestar los daños de la plaga (que no es barato), Benavent hace hincapié en que el principal quebradero de cabeza son las horas que pasa el agricultura pendiente de que el animal (considerado el más dañino para el sector agrario) no le eche al traste la producción. Aunque «las pérdidas son muy difíciles de cuantificar», la sobrepoblación ha condicionado incluso la forma de podar el árbol. El secretario comarcal de la Unió subraya que el problema de la fauna salvaje ahora va «mucho más allá» del conejo, puesto que a este animal se le han sumado otros cuya presencia antes era mucho más residual y que también originan desperfectos considerables en algunas zonas, como el jabalí o incluso la cabra y la ardilla. «En Bèlgida pasean hasta por el pueblo, con el agravante de que el conejo muerde la goma de goteo, la corta y ya está, pero la ardilla tiene la necesidad de afilar el diente: cuando cogen la goma la destrozan y los daños son aún mayores», desgrana Benavent.

110 capturas por cada 100 ha

Aunque la Vall d'Albaida es la comarca donde los cazadores contabilizan la ratio de captura de conejos más elevada del territorio valenciano, con 110 ejemplares cazados por cada 100 hectáreas, la complicada orografía del terreno y el bajo porcentaje de tierras agrícolas trabajadas como primera actividad por sus propietarios favorecen la expansión del animal, cuyas capturas se redujeron en 2018 un 8% a nivel autonómico. «Se reproducen más que se matan. En 20 años no han podido controlarlos: es imposible», afirma Benavent.

El delegado comarcal de la Unió mantiene que las medidas adoptadas hasta ahora por la administración autonómica son «parches para que no digamos que no hacen nada» pero que no resuelven un conflicto que «no les quita el sueño porque somos cuatro los que protestamos», agrega. Ni las ayudas para sufragar los protectores de los árboles ni el protocolo de comunicación de daños y actuaciones de respuesta aprobado en 2017 o la ampliación del periodo y las modalidades de caza se consideran suficientes, a tiempo que se siguen produciendo ciertas tensiones entre cazadores y agricultores. «Nunca se han tomado medidas efectivas porque no son populares», sentencia Benavent.

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