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Ontinyent como referencia

Tanto lo que se está escuchando estos días respecto a la formación del nuevo gobierno de Pedro Sánchez y su orientación política, en el sentido de inspirarse en el gobierno de Ximo Puig, como lo que dijo este con ocasión de la formación del actual gobierno de la Generalitat en 2015, mantiene relación con formar un gobierno como el municipal que ostentó el ontinyentí Jorge Rodríguez en el periodo de 2011 a 2015, cuatrienio en el que gobernó con Compromís y el respaldo de EU. Abundando en ese criterio se manifestaba Manolo Mata, Síndic del PSPV en les Corts, en relación al gobierno de Sánchez, «hay una alternativa que puede seguir la hoja de ruta que tan bien ha funcionado en la C. Valenciana».

La reacción del PP ontinyentí, a través de su portavoz Lina Insa, tras perder el poder local que habían desplegado entre 2007 y 2011, fue la de pregonar que iban a «reconquistar» el poder en los comicios de 2015. La misma «reconquista» que se le ha escuchado decir a la presidenta valenciana del PP, Isabel Bonig, tras perder el PP el gobierno de la nación. Un extravío democrático atribuido a su acreditada corrupción y latrocinio. Y aunque la pretendida reconquista del PP aún está por ver, el antecedente de la de Ontinyent se materializó en un descalabro del PP en 2015, pasando de los 10 concejales de 2011 a los 3 de ahora.

Recobrar la dignidad nacional con el desalojo democrático del gobierno del PP va a tener un precio. El partido de M. Rajoy, al que nunca se le oyó entonar un mea culpa y su correspondiente propósito de enmienda, va a utilizar, con toda la gama de medios a su disposición, otra marca de la casa, la «crispación». Como ya empezó a poner de manifiesto Rafael Hernando, portavoz del PP en el Congreso, cuando ya sabía que Rajoy perdía la moción de censura. Eso significa que desde ya nos esperaran días apocalípticos, de revanchismo, aspereza, falta de debate, el desacuerdo permanente, la resurrección de ETA, la polarización (o rojos o azules), la descalificación o el insulto, son conceptos del vocabulario que la belicosidad del PP se apresta a engrasar y activar.

En Ontinyent, su población sabe y mucho de la «crispación». Tanto es así que en las elecciones municipales de 2015, una de las conquistas de las que hacían gala los socialistas en su programa electoral que les llevaría a obtener una sobrada mayoría absoluta, figuraba el haber terminado con la «crispación». Y es que hay que retrotraerse a 2001, cuando una moción de censura, la única en el Ayuntamiento de Ontinyent durante el vigente periodo democrático, triunfó, descabalgando del gobierno al PP. Gracias a los votos del PSPV, EU y el Bloc, partido este último que rectificaba su error de 1999, cuando sus votos auparon al PP al gobierno municipal. Acto seguido, la exalcaldesa del PP, Lina Insa, desencadenaría una feroz crispación que iría más allá de 2007, cuando Insa recobraría la alcaldía y con mayoría absoluta. Su estrategia duró como una década, tiempo durante el cual se sublimó la acritud y el ego personal. Insa debió beber de las fuentes de la crispación que entre 1993 y 1996 acuñó el líder del PP, José Mª Aznar. El resultado final para el PP local son esos paupérrimos tres concejales actuales, que están pasando por el consistorio sin pena ni gloria.

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