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Rodríguez se olvida de las Mancomunidades

Tras tres años presidiendo la Diputació de València, el también alcalde de Ontinyent, Jorge Rodríguez, aseguraba recientemente en el ciclo Valencianos Relevantes del Ateneo de València, que la corporación que preside garantiza los servicios básicos a los que «hemos decidido vivir en municipios y no en grandes ciudades». Una expresión loable si no fuera porque al revisar el organigrama de la Diputació nos encontramos con que el apartado «Mancomunidades y comarcalización» aparece vacio de teoría y, lo que es peor, de praxis. Evidentemente, Rodríguez practica políticas más ecuánimes que sus antecesores del PP, como ha quedado acreditado. Sin embargo, no ha dado ningún paso para liderar los traspasos necesarios para engordar el cómputo de servicios de las mancomunidades. Y mira que lo tiene fácil con un socio de gobierno como Compromís.

Cuando Rodríguez proclama que «no queremos desmontar la Diputació sino reordenar sus competencias», está diciendo que lo suyo es enrocarse al frente de un organismo, a todas luces obsoleto. Como si fuera a ocupar el cargo de forma vitalicia, al tiempo que desnuda su poca fe en la organización autonómica del territorio valenciano. Ya se sabe que una de las asignaturas pendientes de la reforma constitucional es precisamente la eliminación administrativa de las diputaciones, ya que las competencias actuales de dichas entidades podrían ser asumidas entre las mancomunidades y una conselleria como la que preside María José Salvador, la de Habitatge, Obres Públiques i Vertebració del Territori, creando alguna especie de dirección general de Municipios y Mancomunidades.

No es admisible en los tiempos que corren que la institución que preside Rodríguez siga siendo un nido de apesebrados afines y estómagos agradecidos, cuando no una administración trufada de cargos prescindibles. La lista, a estas alturas del partido, es insostenible y él mejor que nadie sabe quiénes forman parte de ella. De ahí que no se entienda que Rodríguez nos salga diciendo que no acaba de ver «el beneficio económico de cerrar las diputaciones». ¿Por qué antigualla ideológica se decanta?, porque con el espíritu del Pacte del Botànic no. Y sobre todo, sus comentarios son inciertos y dudosos, al no estar avalados y contrastados con el rigor comparativo que precisa esta suerte de pronunciamientos.

Que mientras llega el final legal de las diputaciones, la institución que preside Rodríguez toma decisiones inconcebibles cuando gobernaba el PP, como los trabajos que apoyan económicamente el identificar a fusilados arbitrariamente por el franquismo, como los que se realizan en el cementerio municipal de Paterna, pues miel sobre hojuelas, ya que además lo que se hace es activar una ley, la de la memoria histórica y democrática. Lo que no parece de recibo es que en proyectos culturales como el Premi de Literatura Eròtica de la Vall miren hacia otra parte y no se mojen como deberían para incentivar como merece tan singular convocatoria literaria comarcal. Por no hablar de las ausencias sonoras de los de Rodríguez, como se evidenció en la reciente gala de Bocairent. Rodríguez, en su actual cargo provincial, parece olvidar que el Estatut d'Autonomia valenciano recoge entre sus proyectos a desarrollar, la comarcalización.

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