El Ayuntamiento de Xàtiva celebró el pasado año el vigésimo aniversario de Nits al Castell. No era así; era la edición número veinte pero no se cumplían veinte años de su arranque, cosa que tiene lugar este año. El primer festival fue en 1998 y vino precedido de dos programaciones que tuvieron lugar en 1996 y 1997. Pese a tratarse de un festival ideado, promovido y catapultado por el anterior alcalde, Alfonso Rus, y que recibió duras críticas de la entonces oposición, el nuevo gobierno tripartito lo hizo suyo en 2015. Esquerra Unida se desmarcó. Más de cuarenta figuras de la canción, la danza, el flamenco, el teatro o la música clásica han pasado por el festival, que mañana (23 h) arranca con el recital del guitarrista Raimundo Amador.

La estrella estadounidense Gloria Gaynor; músicos de jazz como Wynton Marsalis o Paquito D'Rivera; los cantaores Miguel Poveda, Estrella Morente, Diana Navarro y José Mercé; los pianistas Chano Domínguez y Michel Camilo; el saxofonista Pedro Iturralde (que ha tocado tres veces); los bailaores Rafael Amargo, Farruquito y Antonio Canales; cantantes melódicos y estrellas del pop como José Manuel Soto, Antonio Carmona, Luz Casal, Amaia Montero, Iván Ferreiro, David de María, Malú, Pasión Vega o cantautores como Luis Eduardo Aute y Mª del Mar Bonet así como un extenso plantel de actores y actrices de teatro han pasado por la programación, entre otros.

De las 21 ediciones de Nits, 17 (hasta 2014) las dirigió el músico y promotor Juan Antonio Ramírez a través de su empresa, Obvio. Las polémicas fueron constantes porque ni él ni Rus aclararon nunca los costes reales del festival y, asimismo, la oposición reveló que Ramírez era en ocasiones el promotor de alguno de los artistas pese a ejercer como director del certamen. Además, actuó como saxofonista contratándose a él mismo en varias ocasiones.

Otro de los motivos para repudiar Nits fue su clasismo. Rus, sus ediles y sus invitados (entre ellos, el más habitual era el hoy encarcelado exconseller Rafael Blasco) subían al castillo con sus vehículos particulares, se reservaban decenas quizá centenares de entradas para cada espectáculo y al final de cada uno de ellos celebraban un cóctel privado al que el público no tenía acceso y en el que departían con los artistas. Al PP también se le achacó que el festival nunca programó ni teatro ni cantantes en valenciano; sólo lo hizo el último año cuando el alcalde promovió una actuación de Botifarra.

En el verano de 1996, Rus inauguró la explanada y la escalinata de los cañones como espacio escénico con un ambicioso montaje teatral, El collar de la coloma (Bicicleta Teatre). En 1997 programó actuaciones sueltas de jazz y clásica que ya se llamaron les Nits al Castell pero que no eran una primera edición como tal. Esta llegaría oficialmente en 1998 con un recital de Ignacio Giner y Elena de la Merced y las actuaciones del grupo de percusión Amores; de Philippine Madrigal Singers, de la Orquesta Sinfónica Dohnányi de Budapest; de la Orquesta Juvenil Doe Schleswing Holstein de Alemania; de la Orquesta de Cámara Joaquín Rodrigo y del sexteto de jazz de Perico Sambeat más la obra teatral Blues. Sin duda, aquel primer festival (y algunos posteriores) no tenía el gancho comercial que adquiriría luego. Pero era de una exquisitez musical contrastada, tenía el doble de actuaciones que hoy, era verdaderamente internacional y dedicaba más del 70% de su contenido a la música clásica, que ahora y los últimos años de Rus ya no existe. Otra de las cosas que llama la atención es que los primeros años, como en 1999, el festival tenía tantas actuaciones (once) que las había los viernes y los sábados.

Un nuevo estilo en la forma

En 2015 el nuevo gobierno de izquierdas decidió dar continuidad al festival. Y lo hizo bajo la fórmula que tantas veces criticaron PSPV-PSOE y Compromís, ya que externalizaron su organización. Con Rus de alcalde, censuraban ese modelo y pedían que lo montara el propio consistorio. En cuanto a la programación, la han rejuvenecido y apuestan claramente por artistas que cantan en valenciano. Y ya han abandonado la idea de programar teatro, algo muy errado por la falta de espacio y condiciones y porque priva al espectador de las vistas del Castell Menor. Actualmente, la entrada a cada espectáculo cuesta 20 euros. El alcalde y los concejales utilizan también el transporte público. La transparencia en la venta de entradas es absoluta. Y la programación se conoce con meses de antelación. Ya no hay cócteles ni tiros largos ni invitados de postín. El escenario del castillo tiene un efecto multiplicador para cualquier montaje. Actuar en Nits al Castell es como actuar en la Alhambra, dijo Canales en 2003. Y José Mercé se peguntó en directo en 2016 porque este espacio y este festival no eran ya Patrimonio de la Humanidad.