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Historia

Cuando Anna perdió el tren

Un estudioso radiografía la intensa actividad que generó la eclosión de fábricas y molinos movida por la riqueza hidráulica local

Cuando Anna perdió el tren

Son el espejismo de un pasado de ebullición industrial que se desvaneció para no volver. Las ruinas de las fábricas de luz, los molinos, la papeleras, las harineras y los batanes forman parte inmutable del paisaje con el que se encuentran los visitantes cuando transitan por cualquiera de los concurridos itinerarios que ofrecen los parajes de Anna, un municipio de poco más de 2.500 habitantes que, entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, llegó a erigirse, junto a Enguera, en el polo de producción lanera más importante de la C. Valenciana gracias a su principal fuente de riqueza: el agua.

Hace 15 años, el maestro y estudioso de la historia local José Izquierdo comenzó a indagar en el origen de los restos de las decenas de construcciones que se levantaron junto a los saltos de agua y los ríos de la población. Lo que comenzó como un pequeño proyecto escolar sin más pretensiones que las de dar a conocer los escasos restos que se conservan de esas antiguas empresas textiles, papeleras o eléctricas, ha terminado cristalizando en un ambicioso libro de 250 páginas que rescata prácticamente la totalidad del vasto y olvidado patrimonio manufacturero que floreció al calor de la fortaleza hidráulica del municipio. Molinos, batanes y artefactos en la villa de Anna recopila hasta 431 referencias industriales entre 1244 y 1960, fruto de un laborioso trabajo del docente buceando en los archivos municipales, provinciales y del Reino de València.

«Toda esa riqueza que tuvimos ha de ser difundida para que las generaciones futuras sean conscientes de que hubo una época en la que Anna fue puntera», resume Izquierdo. Entre finales del XVIII y principios del XIX, llegaron a coexistir en un mismo año más de 30 de fábricas en funcionamiento, una cantidad elevadísima para una población que rondaba los 2.000 vecinos y que albergó hasta 7 áreas industriales con mucha mano de obra en torno a sus cursos de agua. Anna aventajó a Alcoi como centro batanero valenciano. Los paños de lana abatanados y tintados en el pueblo eran acabados en Enguera y comercializados en Cataluña, Aragón, Castilla o exportados a América. La fabricación de papel de fumar fue otro de los nichos de mercado explotados.

En el tránsito de los procesos manufactureros a los industriales, sin embargo, hubo un punto de inflexión y algo se torció. El autor subraya un acontecimiento determinante que echó al traste la fuerte expansión fabril: la pérdida de una línea de ferrocarril que llegó a proyectarse «hasta tres veces» pero que terminó pasando de largo por una comarca cuyo crecimiento y progreso se vio muy limitado.

Durante años, Anna fue un polo de inversión tecnológica puntera que facilitó, en los últimos compases de 1800, el establecimiento de boyantes centrales energéticas que aprovechaban los saltos de agua para suministrar electricidad a otros municipios de mayor tamaño. Pero todas las fábricas perdieron competitividad para dar salida a sus productos frente a otros territorios como el catalán, con mejores comunicaciones y más riqueza para invertir en tecnología. La escasa financiación y las constantes riadas, que destruían con frecuencia las naves y restaban a los propietarios recursos para la modernización del negocio, impidieron que llegara a cuajar un modelo industrial de producción. Las principales perjudicadas fueron las papeleras y textiles, en un momento en el que la energía hidráulica fue sustituida por el vapor. Como relata Izquierdo, las factorías apostaron por productos de menor calidad y bajo coste con la crisis económica del XIX de fondo.

Escasa repercusión en los vecinos

El autor documenta la primera referencia escrita de la presencia de molinos en Anna en el siglo XIII, en el documento por el que Jaime I le cede la villa a la orden de Santiago. La eclosión llegó a partir del siglo XVI, a raíz del la expansión de la actividad lanera en Enguera, cuando Anna comenzó a actuar como industria auxiliar del gremio de peraires. Pero los beneficios del auge fabril apenas repercutieron sobre los vecinos, cuyo papel quedó relegado al de mano de obra barata contratada por industriales generalmente de fuera. La tutela primero del conde y luego de los señores ejerció además un férreo control sobre la actividad.

El estudio utiliza modelos en 3D y abundantes planos, croquis y fotografías para situar al lector y descifrar el funcionamiento de artilugios hidráulicos como el martinete, que arraigaron con fuerza en Anna. «El libro tiene vocación didáctica. La idea es que cualquiera pueda pasear por el río e identificar las pocas ruinas que quedan, transformando el paisaje en patrimonio y reflexionando sobre lo que fuimos y lo que podríamos haber sido», sostiene Izquierdo.

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