Con las brasas del incendio más devastador de los últimos años todavía crepitando, en la zona cero de la catástrofe comienza a respirarse la calma. Mientras los medios de extinción se batían en retirada con el peligro ya aplacado, los habitantes de Pinet y Llutxent vivieron ayer la primera jornada de relativa tranquilidad después de cuatro días dominados por la angustia, la incerteza y el insomnio.

Pero regresar a la normalidad no es fácil cuando todo cuanto te rodea se ha convertido en cenizas. Y todavía lo es menos si lo que el fuego ha fundido a negro es un santuario natural de incalculable valor ecológico, paisajístico y sentimental como es el paraje natural de El Surar. El verde de postal que coronaba Pinet se ha transformado en un permanente recordatorio de la tragedia. «El aspecto del pueblo al entrar es desolador: da mucha pena porque el monte es lo que le daba vida», señala Begoña, una de las vecinas de esta localidad de apenas 150 habitantes azotada por el fantasma de la despoblación, sin Policía Local ni escuela, que gana afluencia en los meses de verano.

Se nos ha ido nuestra mayor riqueza, un símbolo del pueblo y, con él, muchos recuerdos. Cuando tenía 18 años viví un incendio igual y no voy a volver a ver el paisaje como estaba», lamenta José Ramón, otro vecino de 70 años cuya vivienda se ha salvado por muy poco de las llamas y, con ella, su vasta colección de motos «maqueadas» por él mismo que exhibe orgulloso. A escasos metros, el fuego también se quedó a las puertas de irrumpir en la depuradora y en el el polideportivo municipal.

Algunos vecinos no pudieron evitar romper a llorar cuando regresaron a sus domicilios a mediodía del jueves y los encontraron intactos. «Parece que haga un siglo que estamos fuera. Han sido las horas más largas de mi vida», cuenta Rosa, que se queda sin palabras para agradecer la ola de solidaridad que despertó la evacuación en el pueblo vecino, Llutxent, donde fueron realojados el centenar de residentes de Pinet. «Nos han abierto sus casas y nos han acogido como si fuéramos familia: se han portado muy bien», observa. La noticia del regreso a casa dejó escenas con una gran carga de emotividad. Como la ovación en la que irrumpieron los desalojados cuando el alcalde y el teniente de alcalde de Pinet pidieron perdón si se había producido algún fallo en el operativo de urgencia cuando terminaron de informarles del procedimiento a seguir para volver al pueblo de forma ordenada. «Lo hemos hecho lo mejor posible con los recursos de los que disponemos y sin Policía Local». Minutos más tarde, los agentes de la Guardia Civil quisieron despedirse de los representantes municipales de Pinet antes de levantar el bloqueo de la carretera de acceso con una fotografía de recuerdo. Se abrazaron y afloraron sonrisas por primera vez desde el lunes. Lo peor había terminado.

Pero retornar al pueblo supuso una bofetada de realidad: allí estaba el paraíso perdido. El 70% del término había quedado arrasado. «Teníamos una joya natural y nos ha quedado un desierto. La impotencia es enorme», expresa José Mahíques, vecino y exalcalde.

«No tenemos más remedio que ser positivos y olvidar la tragedia lo más pronto posible. Ha sido un golpe sobre todo sentimental: nuestro Surar lo teníamos muy interiorizado», mantiene el alcalde de Llutxent, Pep Estornell. «Pedimos a la gente que nos ayude a recuperar la ilusión: encontraremos fórmulas y proyectos para reactivar el paraje».

Un pequeño rayo de luz en medio del luto lo ofreció ayer el colectivo de agentes medioambientales que, tras una primera inspección a la valiosa reserva de alcornoques centenarios afectada por el incendio, auguró el futuro rebrote de los ejemplares: el fuego habría pasado muy rápido por los árboles y habría generado daños superficiales. El biólogo y técnico de Seo/Birdlife Pablo Vera subraya que estos alcornoques están «protegidos» y adaptados a los incendios gracias al resistente corcho, por lo que «en un año podrían producirse signos de recuperación».

En Llutxent, el municipio con más hectáreas devoradas por el fuego (1.210; el 30% de su término), tampoco ha habido que lamentar daños cuantiosos en las casetas, si bien el sector agrícola ha sufrido un severo revés: muchos campos de almendros y olivos han resultado afectados. También hubo parcelas trabajadas que se salvaron por la limpieza de la maleza. El consistorio solicitó el jueves la declaración de zona de emergencia del área incendiada.

La catástrofe ha frenado múltiples proyectos que la corporación tenía entre manos para impulsar el paraje del Surar desde la vertiente turística y de la conservación, con intervenciones en caminos y sendas, la reciente apertura de un aula de la naturaleza que ha desaparecido entre las llamas o el proyecto de habilitar una vía ferrata. Este año se invirtieron 66.000 euros para ejecutar cortafuegos en el camino que va del Surar a la Catalana y al camino del Pujol (donde se inició el incendio). Algunos expertos inciden en otras actuaciones de prevención en la zona, aunque el fuego fue difícilmente atajable por el viento y la orografía.

«Proyecto Fénix»

El consistorio había aprobado el plan de actuación contra incendios y estaba en proceso de hacer lo propio con el plan de prevención de incendios. Además, había perdido a la conselleria la elaboración de un plan de gestión sostenible y gestaba un proyecto de voluntariado ambiental. Llutxent ha activado el «Proyecto Fénix»para canalizar el aluvión de peticiones de ayuda que está recibiendo y reclutar voluntarios que quieran participar en la recuperación del paisaje. De momento hay que tener paciencia: la regeneración requiere sus tiempos y la naturaleza ha de hacer su trabajo. Los profesionales ahora se centran en evitar la erosión del suelo y en la retirada ordenada de la madera quemada. La actuaciones se articularán siguiendo las directrices técnicas, a partir de la mesa postincendio de conselleria con expertos y municipios afectados.