Millares va a quedarse sin horno. Y eso no es cualquier cosa en un pequeño municipio del interior valenciano que apenas roza los 350 habitantes y se halla en pleno proceso de despoblación. Sin el horno-panadería de Filiberto tal vez haya menos razones para seguir viviendo en este municipio de la Canal. El matrimonio que lo regenta se va a jubilar. Su hija, Lorena Galdón, médico en Castelló, no está al frente del negocio pero es quien ha puesto todo su empeño en salvarlo: se le ha ocurrido ofrecerlo en alquiler (horno y vivienda, en su parte superior) por 500 euros mensuales. Y desde una página en Facebook (Horno Filiberto) da a conocer los productos que elabora el establecimiento. Su perseverancia es tal que este pasado sábado organizó un taller de repostería para que los niños sepan cómo funciona un horno tradicional.

«Considero que perder el único horno que queda en Millares es más que el cierre de un negocio familiar. Se trata de un servicio para el pueblo, que aunque se pueda suplir abasteciéndose desde otros lugares ya no será lo mismo», señala Lorena. «Perder el único horno que queda en Millares „insiste„ sería perder parte de nuestra identidad. Muchos de nuestros productos están vinculados a la gastronomía de Millares, y son un reclamo para que la gente los conozca y aprecie», añade.

El SOS que lanza Lorena llega cuando todas las alarmas ya llevan tiempo sonando en Millares. Hace sólo unos días, Levante-EMV se hacía eco de un plan de choque lanzado desde el consistorio con la finalidad de frenar la despoblación. El consistorio que preside Ricardo Pérez, del PP, ofrece un bono escolar de 1.200 euros al año (100 euros al mes, incluidos julio y agosto) para aquellas familias que matriculen a su hijo en el colegio de Millares. Y otro bono de 1.200 euros para la familia que empadrone a su bebé. Estos dos bonos se han de consumir en el municipio. Y es que si Millares está a punto de quedarse sin horno, hay otro drama mayor en ciernes: sólo quedan dos niños en edad de estudiar primaria, lo que aboca a la escuela al cierre inminente.

Lógicamente, si alguien arrienda el horno ya no son Filiberto y su esposa quienes están detrás de la producción artesana que tanta fama ha dado a Millares, de ahí que «nosotros nos prestaremos a ayudarles en sus comienzos; les revelaríamos nuestra recetas más preciadas y estaríamos encima hasta que el negocio vuele por sí solo con otras manos», apunta la hija.

Lorena sitúa la pérdida del horno casi casi como un retroceso cultural irreversible para Millares. Y lo explica: «todo lo que conlleva la gastronomía, que es identitaria de un pueblo, como lo es la lengua o el territorio, identifica la cultura de una población. Cuando viajamos, sobre todo a los pueblos pequeños, ¿qué buscamos conocer? ¿Qué es lo que queremos saborear? Está claro que sus productos típicos. En los pueblos suelen ser los elaborados en sus hornos, en las carnicerías o en los restaurantes con solera», argumenta.

Pero los datos son tozudos. Y Millares entra de lleno en el perfil de pueblos del interior valenciano de menos de mil habitantes que caen en picado. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, su último censo oficial (2017) es de 349 habitantes. Esta cifra confirma una caída progresiva desde hace tres décadas: en 2011, esta localidad de la Canal de Navarrés contaba con 466 vecinos. Y hace poco más de 25 años, en 1990, tenía cerca de 800 habitantes (795). Semejante pérdida (más del 50% del censo en menos de 30 años y un envejecimiento poblacional a la carrera) hacen que la situación sea irreversible si no llegan más familias con niños a establecerse en el pueblo. Eso es lo que pretende el consistorio con su bono escolar y su cheque-bebé. Y las facilidades de los Galdón para que el honor de Filiberto no baje la persiana también es una buena ayuda para impedirlo.