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El día que Curro Romero toreó en Xàtiva

Se cumplen 20 años de la corrida de toros en la que debutó en la Fira d'Agost el Faraón de Camas con 64 años El matador arrastraba una leyenda a cuestas de matador delirantemente irregular capaz de tardes de torería suprema o de fiascos absolutos

Es el único torero que ha salido de una plaza de toros protegido por los antidisturbios; el único al que con frecuencia se le brindaba una catarata de almohadillas o un ensordecedor abucheo después de sus vergonzantes faenas, miedosas e indolentes. Y el único agredido por un aficionado en medio del ruedo. Pero también fue un genio capaz de embelesar al aficionado con ocasionales destellos de torería suprema que cimentaron su delirante irregularidad. Esos esporádicos estados de gracia desataban el entusiasmo en su Maestranza de Sevilla, que le idolatraba. Por eso, aquel 15 de agosto de 1998, hace hoy veinte años, la plaza de toros de Xàtiva recibía con una expectación desbordada al que ha sido uno de los matadores más legendarios de todos los tiempos, Curro Romero. Su excepcional longevidad (tenía 64 años) contribuyó a acudir al coso como quien acude a un hecho raramente repetible.

Empeño personal del empresario Enrique Grau, la presencia de Curro Romero en la Fira de Xàtiva era insólita: una plaza de tercera y un ambiente bullanguero eran ingredientes poco o nada propicios para captar la esencia y los matices de un matador artista infradotado para conectar con el espectador a la mínima que el toro no fuera de su agrado. Y además, a esas alturas el Faraón de Camas apenas toreaba en otras plazas que no fueran la de Sevilla o aquellas otras en las que se le perdonaba casi todo: Valencia, Madrid o las ferias con más tirón eran espacios en los que ya no se le veía de hacía años. Pero Grau obró el milagro, le buscó unos comodísimos toros de la ganadería de José Luis Pereda y lo acarteló nada menos que con Enrique Ponce y El Califa. El morbo estaba servido aquel 15 de agosto.

El crítico taurino Enrique Amat escribía que «a pesar de los sombríos pronósticos de algunos agoreros, a las siete menos cuarto Curro Romero se halaba en el portón de cuadrillas dispuesto a hacer el paseíllo. Montera en mano [otro hecho insólito a sus casi 65 años] por ser debutante en la plaza, y muy toreramente vestido de verde y azabache». Amat se refería a que no eran pocos los aficionados que recelaban de la presencia del sevillano en la Fira de d'Agost de Xàtiva, y temían que ante un compromiso ciertamente irrelevante ya para su carrera diera una de sus célebres espantàs de última hora.

Pero no. Esa «leyenda viva» de los ruedos, en palabras de Amat, dio «un molinete y un redondo en su primero y un quite por verónicas y sobre todo la media estocada en su segundo» que permitieron percibir en Xàtiva «la impronta del toreo grande. Motivado e, incluso, ilusionado „siguió contando Enrique Amat en Levante-EMV„ se salió a los medios en los dos de su lote y anduvo por ahí más rato de lo que suele ser habitual en él. Recogió dos ovaciones desde el tercio en medio de la complacencia general», remataba el cronista, que no ocultó el mérito del diestro por seguir en activo a esa edad.

Los triunfadores de la tarde fueron Ponce y el Califa. El primero cortó dos orejas y dos orejas y rabo (con aviso) y el torero canalense se fue a casa con cuatro orejas. Ambos salieron a hombros por la puerta grande. Por la puerta de cuadrilla se marchó, digno, el Faraón.

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