Estación de Xàtiva, son las 8 de una mañana calurosa de principios de agosto cuando un grupo de una docena de personas con diversidad funcional se dispone a partir hacia la capital madrileña para pasar unos días de vacaciones en un hotel céntrico de la ciudad. Entre ellas se encuentra una persona con movilidad reducida, que previamente ha solicitado el servicio de Atendo de Renfe para ser atendida y subir al tren que los llevaría hasta Madrid. Faltan pocos minutos para que llegue el tren y la persona encargada de prestar el servicio de Atendo se dirige con muy malas maneras, un trato despectivo y con muy poca empatía al grupo, y muy especialmente a la persona que había solicitado el servicio y que iba con silla de ruedas.

Llega el tren y, por sorpresa, ese día por un problema técnico ha sido sustituido por uno no adaptado y necesita de un elevador para subir a la persona que necesita el apoyo. La incidencia pilla desprevenida a la persona del servicio Atendo y se dirige en busca del elevador. Cuando llega con él se lleva de muy malas maneras a la persona con movilidad reducida y, cuál es la sorpresa, que después de subirlo se niega a prestar ayuda para sentarlo en la butaca. Gracias al interventor del tren que le prestó ayuda y al responsable del grupo que viajaba a Madrid, en la primera parada esta persona pudo ser sentada en la butaca que tenía reservada.

Parecía que la odisea había terminado, pero tras poco más de tres horas de viaje llegan a Madrid Atocha y cuando los responsables de Atendo en la estación se disponen a bajar a esta persona, el estacionamiento del tren impide que se pueda colocar el elevador y la persona tiene que bajar del tren al andén a pulso, sostenida por el interventor, el maquinista, el responsable del grupo de personas con diversidad funcional y la ayuda de un amable pasajero. Las caras del grupo y de la persona que necesitaba los apoyos eran un poema. Se sentían indignados y defraudados por la atención de un servicio que está para atender a personas que necesitan algún tipo de apoyo por su condición física.

Tras cuatro días de intenso viaje donde parecía haberse olvidado la experiencia tan desagradable con este servicio, llega el día de vuelta y por ende, también se había solicitado con la antelación estipulada la ayuda de este servicio. Parece ser que en la vuelta todo iba a ir bien, ya que el servicio Atendo en Atocha nos recibe bien y la persona que va a recibir las atenciones es tratada con mucha amabilidad y mucho tacto. Tras casi cuatro horas de viaje, llegamos a la estación de Xàtiva con casi una hora de retraso y nos encontramos con el mismo responsable del servicio que nos atendió en la ida. Irrumpe de muy malas maneras en el Talgo, exigiéndome a mí, como responsable del grupo, que sentase a la persona con movilidad reducida y que la bajase del tren rápido, ya que si no quitaba la rampa que unía el andén con la salida del vagón. Le pido ayuda para subirlo a su silla de ruedas y tras negarse, tiene que subir un familiar al tren para ayudarme a sentarlo y poderlo bajar con cierta seguridad. Tras bajar la persona con movilidad reducida, el responsable del servicio en la estación de Xàtiva nos quita la rampa de unión andén/coche y el resto del grupo, personas con diversidad funcional, tienen que bajar del tren con la ayuda del interventor y familiares que los estaban esperando, para evitar que alguien caiga por el hueco a las vías.

Tras lo sucedido, me replanteo si las personas que ocupan este tipo de puestos pasan las pruebas necesarias para tratar con personas que necesitan algún tipo de apoyo, ya que la empatía y el tacto deberían ser fundamentales para trabajar con personas. Así mismo, me surgen varias cuestiones que nos deberían hacer reflexionar sobre el servicio que Renfe ofrece para la atención de personas con movilidad reducida, ya que por la experiencia vivida, cada vez estoy más convencido de que es una tapadera para cumplir la normativa, porque cualquier persona con algún tipo de limitación que quiera utilizar el tren no lo puede hacer con total libertad y autonomía. La mayoría de trenes que se utilizan no están adaptados. Y, ¿porqué todas las estaciones no disponen de un servicio de atención de calidad y solamente se limita a las estaciones que Renfe considera más importantes? ¿Porqué una persona con movilidad reducida tiene que planificar con antelación el viaje para solicitar la atención del servicio Atendo? ¿Acaso no tenemos todos el mismo derecho a desplazarnos y movernos libremente cuando nos apetezca? Son preguntas que deberíamos hacernos si realmente queremos vivir en una sociedad inclusiva y con las mismas condiciones de igualdad para todas. Renfe, la compañia de ferrocarriles pública, en pleno siglo XXI todavía no lo permite.