En 2002 partió de su Senegal natal para embarcarse en una odisea de tres años llena de peligros. En 2005 participó en un asalto masivo a la valla de Ceuta que se saldó con varios migrantes muertos. Hoy, de la mano de la Fundación Javier Simón, presenta en Anna (Local Social, 18 horas) un premiado documental que pone rostro a un drama diario. En Samba, un nombre borrado, Mahmud Traoré (Casamance, 1984) investiga la muerte de un compatriota mientras intentaba cruzar a nado la frontera de El Tarajal y la Guardia Civil hizo uso de material antidisturbios. Trece años después de sobrevivir a un salto de la valla con varios fallecidos, Traoré visibiliza las aristas del conflicto migratorio en sus charlas por los institutos y ha retratado su periplo en un libro . Ahora vive en Sevilla.

¿Qué mensaje le gustaría que calara con el documental?

Es necesario poner nombre y cara a los números: que la gente sepa que quienes vienen dejan familia y todo lo que tienen atrás. Me gusta detallar todo lo que pasa en el camino y las condiciones en las que lo hacemos. Intentar saltar la valla es una aventura en la que te juegas la vida. La gente lo llama inmigración; yo digo que vivimos una aventura. El documental muestra que, después de diez años, sigue pasando lo mismo. A mí me devolvieron en caliente tres veces, no es algo nuevo.

Asegura que la frontera es un gran negocio. ¿Por qué?

Se recurre mucho a la inmigración como problema con la crisis económica: se exageran las cifras y no se habla del origen. Somos mercancía entre los países magrebíes y los europeos. Marruecos nos utiliza como un grifo: si no quieren no saltamos la valla. Les interesa que estemos ahí, somos un arma para negociar y presionar a Europa. Los políticos usan la imagen de la invasión: no queremos quitar trabajo, sino un sitio para vivir. Solo se pone el foco en la inmigración de los miserables, no en la de los africanos ricos o los futbolistas que llegan a España por Barajas.

¿Qué le diría a los políticos?

Yo no le hablo a los políticos, sino a la sociedad civil, que es la que me está recibiendo. Hay que mirar más allá, saber por qué hay gente que lleva años ayudando pero su ayuda no llega. ¿Por qué todos colaboramos para salvar la vida de los niños africanos y cada día están viniendo a España? La sociedad debería reflexionar y calcular de dónde vienen los problemas. Doy muchas charlas en institutos de Europa y me sorprende la generosidad de los padres que colaboran con un montón de ONG y destinan una parte de su salario a niños pobres. Piensan que todos los africanos que venimos vivimos gracias a eso. La intención es buena, ¿pero realmente está llegando?

¿Y a los jóvenes senegaleses?

Yo no digo que no vengan más jóvenes africanos, como hacen algunos, pero sí me gusta informarles de lo que puede ocurrir. Todos los seres humanos tenemos derecho de circular donde nos venga bien, pero hay que estar preparado porque el sueño que nos dicen de Europa no es lo que pensamos. Si tuviéramos información saldríamos de otra manera.

¿Qué aprendió de su aventura?

El camino me hizo aprender mucho de la tolerancia, la solidaridad y la paciencia, una cosa que cuando salí de casa no tenía. Fue duro, complicado, y podría haberme costado la vida, pero gracias a Dios estoy vivo y he conseguido mi objetivo, que era apoyar a mi hermana y a mi familia.

¿Cómo recuerda el fatídico salto a la valla de Ceuta?

Es una imagen muy impactante, difícil de recordar. Sabíamos que iba a haber muertos, pero el salto es el único momento del viaje en el que somos egoístas. No teníamos otra opción: si la policía marroquí nos hubieran dejado estar tranquilamente en el muelle, no hubiéramos provocado ese salto masivo. Llovía y hacía frío y los militares nos quitaban lo que las ONG nos daban. No diré que tuve suerte, pero la experiencia me motiva a humanizar el conflicto.

¿Le da miedo la expansión de figuras como Trump o Salvini?

Me preocupa que haya políticas de persecución, odio y discriminación, por mi continente y por los jóvenes de esos países. La política europea debería abrir puertas. Tampoco entiendo que a un inmigrante se le encarcele en un CIE o que se prohíba a un activista ayudarle, cuando hay leyes que dicen que si ves a alguien en dificultades tienes que prestarle auxilio.