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Mejor que la paz en el mundo

uno puede desear con toda su alma la paz en el mundo, pero sabe, aun en medio de la peor de las borracheras, que tal deseo pertenece a la categoría de lo imposible mientras que el mundo sea mundo y la especie humana tan animal a veces. Sin embargo, aspirar a que desaparezca la violencia machista, ansiar que no sigan asesinando mujeres en una cuenta infinita que parece no tener principio ni final, no es un deseo que pueda y deba ser catalogado en esa misma categoría de deseos imposibles.

No puede serlo porque la resignación ante una realidad tan injusta, cruel y dolorosa no es una opción. El lamento y la pesadumbre sirven para mitigar la desesperación ante lo inevitable, pero asumir que nada se puede hacer para salvar las vidas de las mujeres, las de ahora y las que están por venir, es hacernos un flaco favor, renunciando a una guerra por la justicia y la libertad, que en este terreno, se convierten en algo más que palabras y exigen algo más que consignas. Es una guerra que no podemos perder, o lo habremos perdido casi todo.

No se debe catalogar como deseo imposible porque estamos hablando de violencias previsibles, con causas conocidas y factores de riesgo. De realidades crueles y frecuentes frente a las que se pueden establecer mecanismos de protección que abran puertas de escape a las mujeres atrapadas en círculos de violencia. Porque hablamos de asesinatos anunciados, con aterradoras señales previas que la sociedad se empeña en ignorar. Hablamos de muertes que causan terribles consecuencias, que castigan a inocentes y envilecen a quienes quieren posicionarse como asépticos espectadores. Se trata de terminar con ese modelo de mujer, vulnerable y desprotegida a la que no se enseña que es un ser libre y completo que no necesita de ninguna mirada, ni permiso ajeno para ocupar su espacio en el mundo. Así lo deberían aprender las niñas y jóvenes que hoy bregan un mundo estereotipado donde se las enseña a invertir en apariencia y no en inteligencia. Y también de proporcionarles a ellos, los futuros hombres del mañana, la seguridad de que la hombría está directamente relacionada con la humanidad, la dignidad y la libertad. Que no es hombre el que apalea a una mujer y pretende disfrazar su debilidad con violencia, sino el que no les tiene miedo. Hacen falta referentes masculinos, que protagonicen otro tipo de relaciones con las mujeres, ajenas a la dependencia y la sumisión.

Ante el 25 de Noviembre

Va a celebrarse el 25 de Noviembre, Día Internacional contra la Violencia de Género con un contenido que se va adaptando año tras año a la realidad política y social del momento. Desde la denuncia inicial para lograr el reconocimiento de una tragedia social que durante mucho tiempo se presenciaba indiferente, hasta la exigencia reciente de fondos económicos para financiar las medidas y recursos que se estiman necesarios. Desde la concentración de cuatro modestas pero tozudas mujeres en la puerta de un ayuntamiento con la puerta cerrada, a una nutrida manifestación que recorre las calles a golpe de tambores con presencia de autoridades. Ya no se mira a otra parte, el diagnóstico está hecho y también está definido el tratamiento, pero ellas siguen muriendo porque ellos siguen matando.

Quizás toca empeñarse en hacer saltar las palabras del papel a la realidad, convertirlas en políticas de igualdad contundentes y eficaces. Ya es hora de pasar de la poesía a la aritmética y empezar a contar dejando de declamar, apretando el acelerador para llegar antes, sobre todo porque ganar esta carrera permitiría que muchas mujeres llegaran vivas.

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