«Sólo soy un ser humano; no me aprietes tanto que me haces daño», pedía Joan Baptista Humet en su célebre canción de 1984. Así era, dicen de él la mayoría: alguien simple, que no se daba la menor importancia. Grande como compositor («Nuestro Serrat; el Serrat valenciano», dijo de él Paco Muñoz el día de su funeral en Navarrés) pero el tío más normal del mundo fuera de los escenarios. Ese señor normal que parecía que se iba trabajar a la fábrica (en definición de Enrique Ginés, Discomóder) se apagó hace hoy diez años, tras un fugaz regreso a la música en 2004 que gozó de una repercusión mediática sin parangón pero que no se correspondió con ventas ni con conciertos. Tal vez había pasado demasiado tiempo hasta para un disco de regreso tan brillante como Sólo bajé a comprar tabaco.

Joan Baptista Humet Climent (Navarrés, 1950) había gozado de un notable éxito como cantautor que alcanzó su momento más alto con Hay que vivir, un disco de 1980 en el que se incluye Clara, su canción más conocida. En ella, a través de sutiles metáforas pero también de manera directa, describe el descenso a los infiernos de una drogadicta. La canción se remataba con una melodía silbada que la hizo más popular aún. La pieza alcanzaría el número uno en España.

Humet había despegado doce años antes junto con los grandes de la nova cançó. Y su discografía inicial alternó sin problemas el catalán y el castellano. Había dejado su Navarrés natal en 1968 para ir a estudiar arquitectura a Barcelona. Acabaría instalado en Terrassa. El artista, con varios familiares en Navarrés y casa propia, regresaba con frecuencia al pueblo; pasaba incluso el verano, algo que se acrecentó en los años de retirada, cuando su recuerdo artístico se evaporaba.

Durante la segunda mitad de los 70 y primeros 80, Humet fue un indispensable de la canción de autor. Sus letras mezclaban compromiso social y ternura, algo que le brindó el favor del gran público también como cantante ligero. Y después de más de quince años en la cima, se retiró. Quedó borrado de la música durante 18 años. Se dedicó al asesoramiento de empresas. En todo ese tiempo no tuvo el más mínimo acercamiento a los escenarios ni apareció en los medios. Hasta que en 2001 tomó de nuevo el papel y el lápiz para componer («Ay, señor compositor que ha vuelto del olvido, qué puede haberle convencido si no es amor», cantaba en su bellísima El regreso). Los resultados tangibles de esa vuelta tardarían aún tres años en cristalizar. Es 2004 y Humet presenta el nuevo disco, autoeditado. Unos medios de comunicación copados por seniors que recuerdan perfectamente al cantante se desviven por tenerle. Y el artista protagoniza incontables entrevistas en periódicos, emisoras de radio y televisiones. Hay cierto morbo hacia la irrupción de un creador de éxito que ha estado totalmente desaparecido durante casi veinte años.

Pero Humet, que para su relanzamiento crea una web muy completa en la que comparte reflexiones en abierto (el anticipo de unas redes sociales que, entonces, no existían) se declara perplejo. «He logrado cerrar el círculo», declaraba en 2005. A su carrera, cortada en seco en 1986, le faltaba ese último tramo que fue el disco de 2004, saludado con reverencia por algunos críticos y elogiado sin freno por ejemplo por Joaquín Sabina en su presentación en la SGAE.

El artista se quejaba: ofreció decenas y decenas de entrevistas; durante un par de semanas no se hablaba de otro cantante en los medios. Y, sin embargo, no llegaban las contrataciones. Montó una gira de presentación del disco, con el esfuerzo que ello conlleva: desentrenado de los escenarios, había que reunir un quinteto de músicos, ensayar desde cero las viejas canciones... Pero apenas le contrataban. A ello se unió un problema grave de oído, una perforación de tímpano en un directo, en Valladolid. Esa sería, de hecho, su última actuación: en 2006. La lesión se la produjo cantando pero lo ocultó y siguió con el recital. Hubo comentarios en los medios sobre la mala calidad vocal del artista, quien declaró después haber sufrido muchísimo al continuar cantando con el oído destrozado.

La segunda retirada y el cáncer

«Era una época ya marcada por la crisis de la industria, la revolución de las nuevas tendencias tecnológicas... Y él se dio cuenta de que no podía competir en un mundo que le era desconocido; los cantautores habían pasado de moda», recordaba el periodista Manuel Román en 2016. Podrían estar pasados de moda, pero Sólo baje a comprar tabaco fue un disco soberbio. En El regreso se burla de todos; hasta de él mismo. Y sus pinceladas sociales se muestran en todo su esplendor con Cantor callejero o con Chapero de Fuencarral, que aborda la prostitución juvenil masculina.

La segunda retirada de Humet tras su última actuación de 2006 dio paso a otro breve periodo de olvido, de retirada definitiva. Hasta que en una entrevista en El Periódico de Catalunya reveló a finales de octubre de 2008 que padecía un cáncer terminal y que le quedaban semanas, tal vez días de vida. La foto de Humet, con 4o kilos menos, mostraba la gravedad su estado. Moriría el 30 de noviembre. Había pedido ser enterrado en Navarrés, tras una despedida en Barcelona. El 2 de diciembre sonó por los altavoces municipales Otoño en Navarrés y su féretro partió de la puerta del consistorio hacia la iglesia. Tenía 58 años y un mes antes había fallecido su hermana Gemma.