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Xativa

Una posible villa romana en Santa Clara

Uno de los autores de los sondeos arqueológicos de 2008 en el convento de Xàtiva reivindica la importancia de las estructuras de ocupaciones anteriores y llama a profundizar en las excavaciones - Un libro detalla los valiosos resultados de las prospecciones

Una monja en el interior del deshabitado convento de Santa Clara.

A lo largo de un trimestre de 2008, los arqueólogos Carles Miret y Francisco Cotino desplegaron cerca de 60 catas en el antiguo convento de Santa Clara de Xàtiva para diseñar un estudio previo que debía servir a la entonces propietaria del BIC, la promotora zaragozana Ordisa, para avanzar en sus planes de transformar el inmueble en un hotel. Diez años más tarde, los autores de la intervención arqueológica presentan hoy en la Casa de la Cultura (19.30 horas) una publicación que desentraña los pormenores de las prospecciones y arroja cierta luz sobre una pregunta muy pertinente ahora que el valioso conjunto arquitectónico de 4.000 m2 ha pasado a manos públicas: ¿qué encierran los cimientos del convento?

Lo primero que deja claro Miret es que tanto él como Cotino se quedaron «con la miel en los labios», porque su labor se limitó a una fase muy incipiente de los trabajos: las excavaciones de mayor magnitud previstas para profundizar en los hallazgos no han llegado a materializarse todavía. Según el experto, los primeros sondeos desvelaron «un conjunto arqueológico muy importante» que ayudaría a describir «la secuencia de poblamiento en este punto de Xàtiva» a lo largo de la historia. En el claustro, un gran sondeo de 130 metros cuadrados permitió radiografiar una serie de elementos y estructuras ocultas correspondientes a fases de ocupación anteriores a la fundación del monasterio cristiano, en el siglo XIV, que aportarían un «valor añadido» al inmueble.

Los arqueólogos documentaron «una gran cantidad de fuertes estructuras andalusíes anteriores a Jaume I», de cronología islámica almohade (último tercio del siglo XII y primero del XIII) que podrían corresponderse con viviendas o con capas arquitectónicas. Más abajo, en un sustrato inferior, se adivinaron una serie de estructuras romanas apenas esbozadas, seguramente de la primera época imperial, «muchas de ellas asociadas a elementos suntuarios», observa Miret, que insiste en que no «se pudo llegar a estudiar bien». Las catas detectaron dos tipos de piezas de vistosos mosaicos romanos con teselas líticas y de pasta vítrea, así como fragmentos de pintura mural monocroma, junto a elementos «muy propios de fuentes rituales como las que se encontraron en Pompeya». Todo ello conduce al arqueólogo a intuir que en el corazón del convento pudo existir con anterioridad una «vida rústica y periférica» a la antigua ciudad de Saetabis vinculada a algún patricio o persona influyente.

Bajo el mismo claustro también se halló una cisterna de agua llena de tierra y restos de vajilla, que Miret relaciona con «algún episodio de peste o de contaminación de aguas» que habría llevado a las monjas a prescindir del citado depósito. Igualmente, se documentó una colección importante de cerámica que fue objeto de una publicación en una revista científica: gran parte de ella era de importación, venida de diferentes partes de Italia, pero también de l'Alcora o de Talavera de la Reina. Miret señala otro hallazgo «interesante y muy curioso»: un sello de cerámica de Felipe IV con un peculiar escudo.

La intervención de cirugía llevada a cabo hace una década en las tres plantas que conforman el BIC de Santa Clara tenía la misión principal de secuenciar los cambios en la morfología del convento para distinguir claramente la obra medieval de la más moderna, fruto de la reforma ejecutada entre los años 50 y 60 del siglo XX, cuando la mitad del edificio tuvo que rehabilitarse tras ser derribado en 1936 por el Comité Revolucionario constituido durante la Guerra Civil. La promotora Ordisa quería conocer en qué parte del monasterio la protección era menor para diseñar los pasos de su intervención.

Reconstrucción del convento

Las prospecciones definieron el perímetro, el módulo y la alineación original del claustro gótico del siglo XV, una de las partes más afectadas por la destrucción, con la mirada puesta en una posible restauración y puesta en valor futura, una actuación que ahora está en manos del Ayuntamiento de Xàtiva. Los sondeos no localizaron los valiosos y desaparecidos marcos de nervadura del claustro visibles en fotografías anteriores a 1936. En cambio, se recuperaron algunas dovelas y tramos de arcos que podrían facilitar la reconstrucción del espacio, así como buena parte del pavimento: se halló un mosaico de piedra de río con formaciones geométricas sencillas que se extendían por todo el caustro, según Miret, que confía en que se profundice en las excavaciones en el enclave. También se documentaron 7 de las 16 fuentes con las que llegó a contar el templo, ocultas tras la demolición parcial.

La iglesia de Santa Clara es uno de los espacios mejor conservados del inmueble, junto a relos refrectorios, el comedor, la cocina, los dormitorios, las dos necrópolis y el locutorio. Sin embargo, los sondeos previos también se centraron en averiguar «cómo funcionaba el acceso antiguo» a la misma desde el claustro, actualmente cegado. También se practicaron prospecciones para comprobar cómo era la cubierta antigua de la iglesia, originalmente de madera de mobila a doble vertiente y objeto de modificaciones posteriores.

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