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No solo de ilusión viven en Ontinyent

Tu compres un poquet,/ jo compre un poquet,/ aquell una miqueta de res;/ d'això en diran després:/ societat de consum». Así empezaba, en 1970, la canción de Raimon Societat de consum. Por otra parte vemos que la RAE define la palabra «ilusión» como: «Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos». Dicho preámbulo responde a la VII edición de la campaña Ontinyent Il·lusiona, que en los pasados días se aventaba desde el ayuntamiento de la ciudad. Éste recurre a una de esas medidas políticamente correctas, y agradecidas por ende, la de implicar en dicha campaña a entidades y asociaciones locales, que algo de beneficio tienen a pescar en el envite. El mundillo de la filosofía nos dice que «la ilusión es una percepción errónea, distorsionada principalmente por necesidades internas». Por ello, contrapone «la esperanza», por ser más genuina, «porque significa esperar algo que puede o no llegar a ser, pero que nos permite tener la motivación necesaria como para mantenernos ligados a la vida».

La ilusión, vista filosóficamente, «es un sueño, una quimera, un juego con el destino, un espejismo que puede hacer la vida más placentera cuando la adversidad llama a la puerta». Por eso el popular sorteo de Navidad es un icono asociado a dichas festividades, sazonado de los mentados ingredientes conceptuales de la filosofía.

Que un Concert cCoral de Nadales sirva como detonante de la campaña Ontinyent Il·lusiona es un mero formalismo, que no tiene que implicar necesariamente ningún sueño. Se recurre al enaltecimiento de la tradición, para justificar unos fines dudosos. En esta deriva de contrasentidos choca que se catalogue como de «tradicional encesa de l'arbre de Nadal » a un acto sin apenas pasado en los hábitos ontinyentins, de implantación reciente, más propio del costumbrismo americano que por su potente influencia cultural han ido expandiendo por la aldea global.

Volviendo a la societat de consum que cantaba Raimon, sorprende como el regidor Pablo Úbeda se erige en jaleador de este tipo de actitudes, cuando espeta que «totes i tots trien Ontinyent per a fer les seues compres en estes dates», asociando el consumo al reclamo de la buena nueva de ese marketing lanzado desde el consistorio con Ontinyent Il·lusiona. Una audacia que despierta más dudas que certezas. Y todo esto acontece a los pocos días de haberse celebrado, también aquí, el made in USA llamado Black Friday. Un eslabón más de la cadena consumista.

Frente a tanta rendición por parte de nuestros representantes democráticos, al menos en estos asuntos se echan de menos las alertas desde la concejalía de consumo sobre los peligros de la sociedad de consumo. No hay que olvidar, y bien que lo saben en el ayuntamiento, que en una sociedad como la nuestra, todo, o casi, «está orientado a la adquisición de productos». Las consecuencias, a veces, de un consumo desordenado y patológico pueden acarrear graves secuelas. Otras se dan casos en que se une erróneamente el prestigio personal a llevar una marca publicitaria en concreto. ¿Para cuándo campañas municipales de formación, para crear consumidores responsables, desde todos los puntos de vista?

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