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Una chapuza en Torrefiel

tras más de 20 años de reivindicaciones vecinales, la demandada rotonda entre el final de la avenida Torrefiel y la Ronda Sud de Ontinyent ha llegado. Pero lejos de ser una infraestructura reparadora, sus efectos, a corto y largo plazo, se divisan conflictivos. Nada más abrirse al tránsito, se ha erigido en tema de debate, de difícil solución. Pero no imposible. Son muchas las voces autorizadas que manifiestan su perplejidad ante la solución aplicada por los técnicos de la conselleria.

Hace más de una década (agosto de 2008) el gobierno municipal presidido por la popular Lina Insa ya levantó muchas expectativas al anunciar que se estaba ultimando el proyecto de la rotonda para conectar el barrio del Llombo con la Ronda Sud. Sin embargo, la propuesta, que sí agradó a la asociación vecinal, hablaba de un «acceso directo a la avenida Torrefiel desde la ronda» pero sin especificar si servía de entrada y salida para las dos direcciones de la misma. La deficiente resolución de la encrucijada se remonta a finales de los años 90, cuando se ejecutó la Ronda Sud y el Pont del Salt del Bou. Ya entonces, los vecinos reputaron de «aberración viaria» y «error técnico consentido por los políticos» aquella actuación. Y de aquella propuesta, como de tantas otras del PP, nada más se supo. Y así llegamos a junio de 2016, fecha en la que el gobierno que preside Jorge Rodríguez, queriendo cumplir su compromiso, hace pública la propuesta de la conselleria: una rotonda satélite que conectará Torrefiel con la ronda. Entró en uso en diciembre, como todos sabemos.

Desde que se dio a conocer el proyecto, la asociación vecinal del Llombo le puso objeciones; ratificadas con creces tras su estreno. El cambio del diseño respecto al del mandato de Insa, esgrimiendo técnicamente „para endulzar la inversión„ que permitía «independizar el tráfico de la carretera del urbano, eliminar los impactos de la circulación del paso por la calle Santa Teresa?». Era una justificación a lo injustificable. Eso solo convenció a los más resignados. Pero no desde la lucidez y con miras de futuro. Y el conjunto de la obra, ya realizada, no supera el calificativo de chapuza.

Quiérese decir que los técnicos de la conselleria no han agudizado a resolver el problema que tenían delante. Por ello, los efectos colaterales, mientras no haya una solución clarividente, no pararán de emerger. La consulta vecinal para revertir la doble dirección, la semana pasada, es solo un síntoma de lo que está por venir ya que el actual laberinto para entrar a Ontinyent viniendo de Bocairent es kafkiano. Y no digamos la que se avecina cuando esté el nuevo hospital.

No hace falta ser erudito ni ducho en la materia, ni ingeniero ni sabio, para saber que soluciones técnicas las había. Por eso, algún responsable del proyecto debería explicar... lo inexplicable. O sea, por qué razón no se recurrió a un experto en seguridad vial (por ejemplo, Carlos Escrich, diseñador de rotondas inteligentes). En noviembre, los medios se hacían eco del probado éxito de Puçol, donde se aplicó, ante un lío viario grande, esta solución: glorietas con señalización y diseño específicos. Que vuelva aquel eslogan del 68: «la imaginación al poder».

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