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San Violentín

Andan las feministas alborotadas porque no contentas con estar organizando una huelga feminista que el 8M haga retumbar las calles de este país, pretenden además, a modo de aperitivo, organizar lo que algunas llaman el Día de San Violentín.

San Violentín es alguien a quien todos conocemos aunque quizás con otro nombre. Es un tipo bajito y rollizo, que suele andar medio desnudo o con un fardo entre las piernas, a modo de pañales. Tiene alas, pero no es una compresa. Va armado con un arco y unas flechas. Ofrece en resumen una apariencia simpática, casi tierna bajo la que traslada, según han descubierto estas mujeres tan observadoras, una oferta tramposa y muy peligrosa.

Si se ha hecho tan famoso es, obviamente, porque tras su apariencia dulzona y pasteleada, se hinchan los bolsillos multitud de negocios más o menos lícitos que, siguiendo la ley de la oferta y la demanda, saben que para que sus ofertas triunfen hay que encender la llama de la demanda. Y nadie mejor para la campaña publicitaria que esta criatura que predica que el amor es más grande cuanto más caro es el regalo que se hace en esta fecha a la persona elegida.

Por eso, el angelito gordo acompañado de lemas más o menos cursis, aparece en anuncios y eslogans desde donde pueda convencernos de que compremos brillantes, perfumes, flores o ropa interior. Hasta ahí, nada diferente a lo que suele pasar con otros individuos similares, como Papa Noel, exótico inmigrante que vende más que la castañera de toda la vida, o como otros festejos como Halloween que permiten hacer más caja que celebrar la fiesta de Todos los Santos, por muy santos que éstos sean.

El problema es que este angelito dispara flechas que matan de verdad. Porque en el fondo de su discurso en pro del amor absoluto y la fidelidad eterna subsisten mensajes que resultan letales para algunas mujeres y son origen de tristísimas experiencias sentimentales para las personas en general.

Y es que hay cosas que no admiten bromas. Predicar que el amor es ciego, es garantizar que muchas mujeres ignoren inequívocas señales de que ese hombre no merece su atención. Afirmar que el amor todo lo puede, es condicionar a otras muchas a echar a perder su vida, a veces literalmente, esperando que cambien hombres que no tienen ninguna intención de hacerlo.

Cantar al amor eterno es ignorar que los seres humanos tienen derecho a evolucionar a lo largo de su vida, cambiándolo todo, desde su apariencia a sus sentimientos. Imponer un único modelo de amor es uniformar un sentimiento que por definición no tiene reglas y cada cual vive a su manera, sin encajar en ese molde prefabricado de miradas húmedas y sonrisas embobadas.

Y para acabar, está por demostrar que la pareja sea un requisito obligatorio para que las personas puedan ser felices, porque en el siglo XXI, la realidad es que se puede ser mujer completa, feliz y con una vida plena aunque no se tenga pareja y se comparta vivienda con un canario. Una certeza que nos ha costado adquirir, machacadas durante siglos con ese peligroso mito de la media naranja a la que hemos buscado sin descanso, forzando elecciones a veces muy desafortunadas.

Por todo ello, en el día de San Valentín, no pasa nada por hacer un generoso regalo a la pareja si uno la tiene y la disfruta porque es una relación placentera y productiva. Pero en caso contrario, es la oportunidad, la coartada perfecta para hacerse un autoregalo, para recordar que, en realidad, el único amor imprescindible es el amor propio.

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