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LA PERSONALIDAD CREADORA

entre otras personas, dos han sido las que más destacaría de mi experiencia en el ámbito social pues son para mí las que en el curso de los años he tenido la gran suerte de haber conocido, poder admirar, y hasta de llegar a ser amigos: me refiero a los psicólogos Antonio Blay Fontcuberta y Bernabé Tierno Giménez, ambos ya fallecidos.

Aun cuando son los dos grandes expertos profesionales en psicología, cada uno lo ha sido en líneas diferentes. Fontcuberta, en técnicas de tradición oriental; Tierno, en pedagogía y la familia. No voy a extenderme en el currículum de cada uno, ya que este espacio periodístico no da para tanto, por ello tan solo en esta ocasión me centraré y de forma concreta en Blay Fontcuberta. El psicólogo catalán fue pionero en España en esta ciencia; se diplomó en psicología allá por el 1950, unos ocho años antes de conocerlo personalmente yo en Barcelona; cuando el título de ciencia de la psicología en España aún se encontraba en embrión; pues tan solo existía la diplomatura, estando lejos entonces las tantas ramas de especialización en psicología que por el tiempo y hoy en día existen. Desde que se diplomó y hasta la actualidad, muchos son sus seguidores, incluidos varios de Xàtiva.

Este psicólogo, adelantado a su tiempo, en su libro La personalidad creadora destaca de una forma muy concreta el papel y el lugar en que las personas más nos distinguimos, y también donde nos distanciamos, en la vida social, en muchos aspectos de otras; refiere tres grupos de responsabilidad humana o estatus en los que nos diferenciamos, y dentro de estos grupos encontramos detalles más acusados, de los que únicamente voy a relacionar tres:

a) Están aquellas personas dadas a entregarse a los demás. Podríamos llamarlas religiosas, buenas, responsables, altruistas, filántropos, generosas, o tontas, y cuantas definiciones queramos aplicar. Lo cierto que es la parte más positiva y beneficiosa para el armonioso colectivo social, tanto a nivel general de población, para la misma familia o en el simple conocido. Es en sí la persona catalizadora del bien.

b) Nos encontramos con otro grupo, aquellos que no perjudican a nadie voluntariamente „no es mala gente„, aunque tampoco se preocupan en hacer desinteresadamente algo por los demás. Son cautos, y si dan algo tan solo lo hacen cuando de antemano han recibido una compensación que les obliga. Son quienes viven para sí, no suelen desprenderse de dinero ni gastan su tiempo en cosas para el prójimo, ni van a su encuentro, dejando de inmiscuirse con asuntos que piensan nos les atañen; por tanto el no complicarse la vida, ni tan siquiera en los más allegados. Que aunque es verdad cuidan de no hacer daño a nadie de forma directa, diríamos que al final son neutros.

c) El tercer grupo que cita Blay Fontcuberta lo podríamos definir como el más perjudicial. Se trata de quienes están en la sociedad para vivir del descuido y de la buena fe de los otros. Los que tienen dos y más caras; que permanecen siempre al acecho, tal cual un demagogo. Son todos aquellos que no tienen escrúpulos para engañar, a corto o a largo plazo, bien con sus palabras o través de los hechos y a quien sea, incluyendo amigos y hasta a sus propios familiares. Es la rapiña que de siempre ha existido en toda colectividad humana, es el depredador, siendo muchos de esta manera, „se deduce que lo son„ bien por genética, herencia del entorno, o que viene ya de hábitos familiares, y otros porque han ido poco a poco cultivándose en la esfera de la rapiña, y en lo contrario a la ética de justicia; son sus actos siempre en beneficio propio, sin importarle el ruin comportamiento, ni el perjuicio causado a terceros, pues tan solo les importa el dinero o aquello que les beneficia.

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