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Llegó la hora del nuevo hospital para Ontinyent

la grossa; la joya de la corona, euromillones... Toda suerte de metáforas superlativas sirven para señalar que a finales de este segundo mandato del alcalde Jorge Rodríguez la Generalitat adjudica las obras del hospital de Ontinyent a OHL por 30'5 millones de euros. La adjudicación cierra más de una década de falsas promesas y burlas a los vecinos, las que profirió el PP cuando gobernaban, aquí y allá, Lina Insa y Francisco Camps. Amén del temerario susto económico que estuvo a punto de costarle a la ciudad el asunto de un fantasmagórico solar en el Pla de Sant Vicent, que resultó un fiasco cuyos efectos perversos aún colean, y de los que daba cuenta este periódico el jueves: «El Supremo revisa si fue legal anular el cambio de suelo donde se desechó el hospital de Ontinyent». Dicho tribunal ha admitido a trámite el recurso de los propietarios del terreno. La indemnización solicitada asciende a 38 millones de euros. Por el bien de la población ontinyentina, se espera que la justicia dicte un fallo recto y no torticero.

Al mismo tiempo, la nueva instalación sanitaria premia un objetivo de gestión, el que siempre ha demostrado, Rodríguez. Pero también representa un logro reivindicado,desde hace décadas, auspiciado por la sociedad ontinyentina así como por nombres ya desaparecidos, caso de los José Niñerola, ex presidente de Coeval y Ateval; el abogado Antonio Lacueva, etc. Sin menoscabar la bocanada de optimismo que representará para la ciudad y la comarca su entrada en servicio. Y que en términos de ocupación laboral significara la inyección de una plantilla de 532 trabajadores (entre los 344 de personal sanitario, los 102 de capítulos varios, y las 86 personas encargadas de los servicios).

Frente a los recelos suscitados en los pasados días por la falta de empresas competitivas o por la baja suma ofrecida por el proyecto, desde el gobierno municipal han querido poner en valor aspectos de OHL. Como haber construido 150 hospitales en todo el mundo, o su tradición centenaria en el sector. Ahora, el inicio de las obras parece inmediato. Y la fecha solo dependería de unos trámites burocráticos. Una vez iniciadas, el tiempo de finalización está estipulado en tres años. Salvo incidentes o demoras. Por lo que el gobierno salido de las urnas el próximo 28 de mayo deberá estar ojo avizor con el fin de que se vayan cumpliendo rigurosamente los plazos previstos.

Contenedores culturales. Que el gobierno de Ontinyent complete la transformación del antiguo aulario de Empresariales, en Sant Rafel, en un Centre d'Iniciativa Cultural, resulta muy plausible. El problema de los contenedores culturales es que precisan de fervientes dinamizadores culturales que los llenen de contenido, más que de técnicos culturales de despacho, remunerados como dioses y poco más. Así que el nuevo centro dará frutos, o no, si la batuta que organice, programe, dinamice, invente, investigue o proyecte eleva el listón y contribuye a realzar el esplendor cultural de dicho contenedor. Es decir, que sienta empatía por el mundo de la cultura.

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