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La historiadora Mª Jesús Pérez arroja luz sobre la represión franquista en Llutxent

La autora documenta en un libro el modo en que la localidad de la Vall sufrió la arbitrariedad del vencedor

En el contexto de la celebración de las Jornadas de Memoria Democrática en Llutxent ha visto la luz una investigación dedicada a analizar la represión franquista en este municipio en los años que van de 1939 a 1944. Su autora es María Jesús Pérez Espí, doctora en historia y profesora del IES Josep de Ribera de Xàtiva. Pérez es experta en biografías políticas femeninas del franquismo como la de Mercedes Sanz-Bachiller, esposa de Onésimo Redondo, fundadora del Auxilio de Invierno, posteriormente conocido como Auxilio Social, y procuradora de las Cortes franquistas entre los años de 1943 y 1967.

La profesora e investigadora plantea la necesidad de trabajar en nuevas metodologías que aborden la comprensión de la historia a través de la reconstrucción biográfica, como ya ha hecho con otros ejemplos de su localidad natal de Llutxent, donde ha estudiado la Causa General o la biografía del capitán Juan Canet, muerto en extrañas circunstancias en el cuartel de Xàtiva durante la sublevación de julio de 1936. Pero ahora ha intentado recopilar las biografías de todos los que sufrieron represión en Llutxent, y dedica la obra a la memoria de todos ellos, en especial a la de su tío Pepe Martí Bixquert, conocido en la población como Pepe Barbeta, que fue fusilado en Paterna el 14 de septiembre de 1940.

Lo novedoso de la investigación de Pérez es que aborda el tema desde todos los puntos de vista y fuentes posibles. Para la profesora, la represión se inició con la articulación de un marco legislativo con carácter retroactivo que exigía responsabilidades políticas a todos los que habían militado en sindicatos o partidos de izquierda desde el año1934, algo que institucionalizaba la represión de la masonería y el comunismo, depuraba de la función pública a todo aquel con tacha de izquierdismo, y lanzaba toda una Causa General impulsada por el Ministerio de Justicia, para perseguir a los que habían cometido delitos de sangre o habían atentado contra el patrimonio religioso.

La profesora Pérez ha combinado la legislación, con los testimonios orales recogidos por el cronista de Llutxent, Rafael Canet, y con la recopilación de memorias manuscritas, como la de María Teresa Catalá Ribelles. Además, viajó a la capital de España para recuperar los expedientes sumarísimos del Archivo General Histórico de Defensa que afectan a 48 vecinos, para poner nombre y apellidos al horror vivido, desvelar los entresijos de la vengativa e injusta justicia militar franquista, y poder reivindicar la memoria de los que evitaron que en Llutxent corriera más sangre de la que le tocaba, en una población pequeña y de retaguardia por la que no pasó la guerra.

Según cuenta Pérez, Bautista Langa Pérez, presidente del Comité, protegió a sus vecinos ante la llegada de milicianos incontrolados que exigían la entrega inmediata de fascistas peligrosos. Hasta que se toparon con el sacerdote Rodrigo Aparisi Rodrigo, huido de Tavernes, y retenido en la población, y al que cruelmente asesinaron en el puerto de Benigànim. «Nadie de Llutxent tuvo nada que ver», argumenta la autora en su investigación. A pesar de ello, la justicia franquista intentó condenar a muerte a dos de sus vecinos, Bautista Martí e Indalecio Miquel, lo que provocó un gran movimiento de solidaridad que consiguió revocar la injusta condena, gracias a que se obtuvieron los avales necesarios para evitar la ejecución de dos inocentes. Al hilo de las fuentes consultadas y de la memoria histórica, la investigadora relata en su trabajo cómo todo un pueblo logró salvar la vida de dos sus convecinos.

Enumera también y recuerda la profesora a todos los vecinos que sufrieron otro tipo de penas, y que pasaron por las cárceles de Xàtiva y Albaida, que fueron condenados a trabajos forzados o a hacer una mili de tres años por no presentar avales que diesen pruebas de su desafección al anterior régimen. O de los que fueron depurados de la función pública, así como los que se exiliaron en Francia y acabaron en campos de refugiados de la frontera gala, en espera de poder aportar pruebas de haber sido soldados republicanos de recluta forzosa, y poder regresar así a Llutxent sin temor a represalias. Y sobre todo, recuerda la profesora a los ejecutados, tres, «quienes por entonces ya no residían en la población».

Fusilados en 1940

Hacían vida en otro lugares, y fueron fusilados en Paterna en el verano de 1940. Fue el caso de Pepe Barbeta, y los de Salvador Catalá Tarazona o Daniel Muñoz, ejecutados respectivamente en Alzira y Madrid. En conclusión, la autora ha querido denunciar el impacto de una represión «que fue durísima, y ante todo hacer visibles a todas las víctimas de esa represión; identificarlas, darles nombres y apellidos», explica Pérez. Un trabajo, por tanto pionero, que sirva para que otros lugares imiten el ejemplo y conviertan la memoria de lo que pasó en esos año en historia.

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