Con el objetivo de «impulsar un cambio en el comportamiento de la ciudadanía y crear conciencia del espacio público y del medio ambiente», la concejalía de este negociado comenzó a instalar ayer los nuevos contenedores para chicles usados en las calles de Xàtiva. Con la adopción de esta medida se pretende que los usuarios depositen este residuo que tantos quebraderos de cabeza ocasiona a la hora de su limpieza, señalaron ayer fuentes consistoriales.

Los datos apuntan que la media de consumo de chicle ronda los 3,5 kilos por habitante, de los cuales un alto porcentaje acaba formando parte del paisaje. Cada chicle que se tira al suelo tarda una media de cinco años en degradarse y puede acumular alrededor de 50.000 gérmenes; retirar un chicle del suelo cuesta una media de 45 céntimos a los ayuntamientos, y la limpieza de un metro cuadrado de calle puede ocupar a un operario más de 15 minutos, por no hablar de la mala imagen que ofrece y la molestia que genera cuando se pisa.

Los contenedores para chicles que se han instalado en Xàtiva están fabricados por una empresa de Alzira con material totalmente reciclable. De forma esférica y color rosa brillante, simulan una bola de chicle y no pasan desapercibidos en el paisaje urbano. Una vez llenos, un servicio técnico retirará su contenido para llevárselo a un centro especializado donde se someterá a un proceso exclusivo de reciclado.

De momento, se instalarán un total de trece en las zonas con más afluencia de público infantil y juvenil. Según la edil de Medio Ambiente, Pilar Gimeno, «nos gustaría que se convirtieran en un elemento más del mobiliario urbano y reduzcamos el número de manchas negras del suelo que tanto afean nuestras calles y plazas».