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Opinión

Yo soy español, español...

En el Parador de Gredos existe el llamado Salón de los Ponentes donde en 1978, tras haber sido publicado en el Boletín Oficial de las Cortes el anteproyecto de la Constitución, se reunieron para estudiar las más de mil enmiendas presentadas al borrador y redactar el proyecto definitivo de la Constitución española de ese mismo año los señores: Manuel Fraga, Gregorio Peces Barba, Gabriel Cisneros, Miguel Herrero de Miñón, Jordi Sole Tura, José Pedro Pérez Llorca y Miquel Roca Junyent. Hubo acuerdo y el texto definitivo vio la luz, pese a que cada uno de ellos era de una madre, y ellos hijos de ideas distintas. En 1988, el entonces grupo de radio Antena-3 fichaba como comentaristas a Santiago Carrillo (PCE) , Herrero de Miñón (AP) y Ernest Lluch (PSOE). Carrillo y Herrero se incorporarían después, junto a Pere Portabella a la tertulia de La Ventana, con Gemma Nierga en la SER. Todos juntos y además revueltos, sin ninguna arma secreta sino la de la educación, las ideas, el compromiso democrático, el respeto y el convencimiento que bajo estas premisas el odio, la venganza y el ojo por ojo, iban a quedar en el olvido en el futuro de este país.

Jamás escuché en sus tertulias las palabras golpista, fascista, carroñero, ladrón, sinvergüenza... Era impensable el insulto para imponer, para convertirse en los más chulos del barrio (y tiro porque me toca) que es en lo que ha mutado gran parte de la clase política. Grupos de militancia extremadamente peligrosos que han sacado el trapito de la bandera y gritan a viva voz «yo soy español, español, español...» y cierran el coro para que solo entren los elegidos, los suyos, los que se apropian de un nombre y una bandera que a la pobre ya se la identifica con los rancios que tratan de despertar de nuevo el odio y las diferencias. Los independentistas no merecen ni el agua que beben, ni la sal con que condimentan sus comidas. La aniquilación es el objetivo.

Escuchar a un tipejo engominado con babas del pasado hablar de "busca huesos" despierta todos los adjetivos habidos y por haber, pero lo que es más grave es que estos personajes son parte de los que nos van a representar en las instituciones. Con pistola en la cintura. Ninguno aporta idea, ni solución a los problemas reales; no hay programa serio ni realista. Nadie se preocupa de hablar de unas pensiones dignas, ni de una cultura universal, ni de derechos sociales, ni de igualdad de género. Se necesitan promesas que sean verdad, que se escriban en los libros de la historia, que no te dejen la cara de tonto: «claro, en campaña se dicen muchas cosas...».

Nos interesa que se proyecte un aparcamiento elevado en la estación de autobuses y que sea real, con presupuesto y plazos para hacerlo como propone Miquel Lorente. Por ejemplo. Que desde el minuto uno se vea una ciudad que cambia para bien. Una nueva cultura, igualdad, respeto, futuro, ideas, promesas cumplidas?.Solo de esta forma iremos recuperando poco a poco la credibilidad que se ha perdido. Y si lo que nos interesa es la promesa factible y real, ¿porqué motivo es casi un milagro escucharla?

La banderita roja y gualda la cantan los españoles «que nos enorgullecemos de serlo», como manifestaba un personaje de los de ahora. Los demás no son españoles ni siquiera se les considera. Olvidar el respeto es simplemente odiar y el odio solo provoca más odio y más desesperanza.

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