No hay en Xàtiva quien recuerde intervención alguna en la ermita de Sant Antoni, que ha ido languideciendo a lo largo de décadas y décadas junto al camino del mismo nombre. Por eso, aunque se trate de unas obras de consolidación de restos y con el único fin de evitar el derrumbe de lo poco que queda en pie, la actuación iniciada ayer bien puede calificarse de histórica. Falta mucho camino por recorrer; sólo hay que ver los más de veinte años (desde 1996) que la reivindicación de la salvaguarda de la otra ermita, la del Puig, está aún terminando de cristalizar de manera definitiva. Pero, al menos, el acuerdo de cesión sellado entre la parroquia de Sant Pere y el Ayuntamiento de Xàtiva meses atrás ha dado sus frutos: la temblorosa estructura de este inmueble estará apuntalada hasta que un proyecto, una financiación y unas obras la rescaten de la ruina actual.

Según informó ayer el ayuntamiento, las obras, que durarán dos semanas, tienen un presupuesto de 14.512,75 euros y serán ejecutadas por la mercantil setabense Senjaclimbing, SL. Básicamente, los trabajos consistirán en el desescombro del edificio, en la limpieza, desratización y desbroce del interior, en la consolidación de los restos arquitectónicos y en la instalación de una valla perimetral. «Es una actuación de emergencia para garantizar la conservación de los restos de la ermita y la seguridad del recinto», precisaron ayer. El pequeño templo forma parte del patrimonio municipal desde el pasado 11 de febrero.

La ermita de Sant Antoni es un pequeño templo de estructura simple, que consta de una sola nave dividida en tres tramos y un ábside. Fue edificada en el siglo XVII, a expensas del setabense Lorenzo Bru, deán de la catedral de Orihuela. Hasta el siglo XVIII su estado era muy bueno, pero los terremotos de 1748 obligaron a renovarla posteriormente debido a los daños sufridos. Los muros del edificio, en ruinas, estaban hechos de mampostería. La cubierta, hundida ya, era originalmente leñosa y a dos aguas. Descansaba sobre arcos de medio punto transversales a la nave. Además, interiormente tendría cubiertas con bóvedas de cañón, hoy desaparecidas por completo. Este pequeño santuario se alza en un paraje cercano a zonas de pinar. Por ello, el camino se convirtió en una frecuentada travesía para el recreo. De hecho, en el siglo XVIII, gracias a la ermita, se formó un paseo del que todavía quedan restos de algunos de los bancos de piedra. Dicho camino comenzaba en la puerta de Cocentaina y discurría hasta la ermita, aprovechando el antiguo camino sobre la conducción del agua de Bellús.

En 2017, el ayuntamiento instó a la propiedad (la parroquia) a realizar las tareas de consolidación de restos iniciadas ahora y a la limpieza del recinto. Pero desde Sant Pere alegaron falta de medios económicos para poder afrontarlo. Fue cuando cobró fuerza la negociación para que la iglesia cediera la titularidad del inmueble, y también de la ermita del Puig, en favor del consistorio. La operación tuvo que contar con el visto bueno del Arzobispado de Valencia.