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La otra cara de una investidura

el pasado sábado era investido alcalde de Ontinyent, por tercera vez consecutiva desde 2011, J orge Rodríguez: en presencia de las berlanguianas "fuerzas vivas" y con el con voto de los 17 regidores de La Vall ens Uneix (más los de la mitad del público, erigidos en una suerte de fans de un ídolo del pop, que también levantaron la mano para ratificarlo). Iguala así los tres mandatos del primer alcalde de la democracia en Ontinyent, Rafael Tortosa, quien solo representó al PSOE-PSPV. El día antes, y coincidiendo con la edición en España del último disco de Bruce Springsteen, Western Stars, se publicaba en un diario nacional una crítica que, salvando las oportunas distancias, en algunos aspectos venía como anillo al dedo al discurso que el batle ofreció tras su proclamación en el Palau de la Vila. Y es que de Jorge Rodríguez también se podría decir que «se lo ha comido el personaje». Esa es la factura que, de cara al exterior, parece determinar sus pautas de comportamiento. Al igual que canta el boss «asombra demasiado que nadie le diga [a Rodríguez] que tiene que ponerse en manos de un productor [asesor, en su caso] en condiciones, que le quite toda la complacencia que tiene en la cabeza y le baje al barro». Por el contrario, el acalde, pese a no haberlo nombrado oficial aún, durante el acto de investidura tuvo a su sombra a la mano que „durante demasiados años„ meció su cuna, metiéndole en los charcos judiciales que esquivo mentar y que no han terminado.

Pese a que gobernará los próximos cuatro años con los votos de los 17 ediles de su partido, muchos de ellos jóvenes e ilusionados con las tareas que les aguardan, frente a cuatro en la oposición (PP y Compromís), su llamamiento para las próximas cuatro décadas «a las fuerzas políticas y a los sectores sociales en un gran pacto por el futuro de Ontinyent», como dijo, sonó grandilocuente ya que iba desnudo de argumentos. Que cite «la educación como principal palanca de cambio» es un tanto a su favor. Pero que siga relegando a la cultura, e ignorando su valor transversal a potenciar, hace dudar. Lo que delata que ha sido su asignatura pendiente a lo largo de estos últimos ocho años.

Repitió por enésima vez lo de «los millones de euros que, gracias al trabajo realizado, tenemos ya concedidos por las diferentes administraciones públicas». Es una clara alusión al pasado, cuando conseguía títulos con la camiseta del PSOE-PSPV. Lo que hace presuponer que durante este cuatrienio se dedicará a vivir de la siembra del pasado. Por otro lado, su alegato sobre políticas de igualdad, aunque loable en intenciones, quedó huérfano de guiños. Caso de poner el grano de arena a la hora de cambiar la cultura para que se visibilice la presencia de mujeres en el deporte. Máxime ahora que se está gestionando la refundación del antiguo Ontinyent CF masculino.

El turno discursivo lo abrió Mercedes Pastor (PP) iguiendo las pautas amables y formales que caracterizaron su oposición dee estos cuatro años últimos. Puso el énfasis en que «ante una mayoría absolutísima es hace absolutamente necesaria una oposición contundente» así como que «el futuro de Ontinyent solo se puede construir entre todos, y eso incluye a la oposición», resumió.

Pero si en la sesión sabatina constituyente hubo un vencedor dialéctico, ese fue Nico Calabuig, portavoz de Compromís. Pese a ser el más joven fue el más político y sustancial de los tres. No solo se equipara a Rodríguez en titulación académica, sino que apunta ideas y maneras a seguir. Sus referencias a Joan Fuster era señal de lo que venía. Retó a Rodríguez al reclamar la Regidoria de Relacions Institucionals. Pero ha sido que no.

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