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A la nueva directora

Ha sido noticia reciente en la ciudad el nombramiento de una setabense, Xelo Angulo, teniente de alcalde del Ayuntamiento de Xàtiva y regidora de Bienestar Social para una importante responsabilidad en el Gobierno de la Generalitat Valenciana. Como no podía ser de otra manera, el nombramiento ha sido celebrado extensamente por propios y ajenos, proliferando las felicitaciones en un sano ejercicio democrático. Todas coincidentes en que es una buena señal del cambio de los tiempos el hecho de que las mujeres opten a espacios de poder, ocupando despachos y sillones en los que antes solo entraban para servir cafés. Y que lo hagan sin complejos, sin modestias, sin pedir perdón a nadie, dispuestas a hacerlo tan bien o tan regular como el que más, sin sentirse obligadas a añadir una cuota adicional de demostración de méritos por el hecho de ser mujer. Se acabó aquello de pedir perdón por ocupar un puesto quizás destinado a otros, de bajar la mirada intentando pasar inadvertidas, de autoexigirse la excelencia como si esa fuera la norma „ojalá„ en todas las personas que desempeñan cargos públicos.

Parece importante resaltar que el avance es considerable aunque insuficiente. Se sustenta en leyes que se hicieron casi al mismo tiempo, en que a veces se maquinaba la trampa. Como la Ley de Igualdad por la que fueron mujeres el 48% de las personas que se presentaron a las últimas elecciones generales. O autonómicas como la referida a la Policía Local, o de ámbito local como el II Plan de Igualdad del Ayuntamiento de Xàtiva que obligan a garantizar la entrada de un 30% de mujeres en la próxima convocatoria de Policía Local. Trampas son las que permiten que, siendo paritario el gobierno autonómico, en el segundo escalón de la Generalitat, menos visible y más discreto, el número de hombres duplique al de las mujeres.

Con todo, hay que poner en valor el éxito de las mujeres y la ciudadanía porque todo lo conseguido es fruto del feminismo que no es una moda, ni un plus de rédito político sino una forma de entender la sociedad, desde el reconocimiento de la desigualdad existente entre mujeres y hombres y el empeño en erradicarla. El ámbito de la política es uno de los más ácidos e incoherentes en la lucha contra esa desigualdad manifiesta porque a pesar del discurso, los hechos conforman una realidad donde siguen primando las corbatas.

Por eso, cada vez que una mujer ocupa un puesto de responsabilidad, todas las mujeres nos alegramos porque es un triunfo de todas, que viene de lejos y que tiene que llegar más lejos todavía. Por eso, cuando una mujer accede a un espacio de poder asume una enorme deuda con todas las mujeres que han peleado duramente por romper ese implacable techo de cristal.

Una mujer cuya voz va a ser oída, que será referente para las que vengan después, ha de tener una memoria excelente para no olvidar la enorme deuda contraída con todas las feministas, de todas las militancias, que la han llevado hasta allí. Ha de abrir ventanas que faciliten la entrada de otras. Ha de ser intolerante contra esos micromachismos institucionales que contaminan el ambiente. Ha de demostrar, no solo que está cualificada para la responsabilidad asignada en la misma medida que cualquier otro candidato, sino que como mujer feminista, firme creyente en la igualdad de derechos y oportunidades, hará uso de su posición para darle apoyo de todas las formas posibles.

Felicitaciones a la nueva directora general de Cooperación por sus indudables méritos y capacidades, y enhorabuena también a quienes luchan incansables por la igualdad.

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