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Crisis en el campo

La cosecha de la ciruela deja pérdidas en la Vall d'Albaida y acelera la debacle del sector

El hundimiento de precios del 78 % se traduce en liquidaciones negativas y dispara el abandono de superficies en la principal comarca productora

Fruta de hueso echada a perder en un campo de Castelló de Rugat, hace unos meses. perales iborra

La campaña de fruta estival de 2019 se inició en la Vall d'Albaida envuelta en un manto de pesimismo, lastrada por los desequilibrios de un mercado en horas muy bajas. Al final, los peores augurios se han cumplido, la debacle ha terminado consumándose y los productores no dudan en calificar esta temporada como una de las más desastrosas de las últimas décadas. Las cosechas de melocotones, albaricoques, paraguayos y nectarinas se saldaron con cotizaciones extraordinariamente pésimas, pero la estocada definitiva ha llegado con el cierre de la campaña de la ciruela, que se ha liquidado en negativo, con pérdidas de hasta 35 céntimos por kilo para los agricultores: el equivalente a los costes medios de producción que generan estos cultivos.

La Vall d'Albaida concentra el 90% de la cosecha valenciana de la conocida como pruna negra, si bien el balance de este año ha sido tan negativo que muchos campos se han quedado por recolectar porque a sus dueños no les compensaba hacerlo, ante la nula rentabilidad derivada de la falta de operaciones de venta, que ha hecho que la fruta se acumule en las cámaras frigoríficas de las cooperativas o que directamente se eche a perder en los árboles.

A finales de julio, el precio medio de la ciruela en el mercado se había desplomado un 78% respecto al año pasado, hasta situarse en el irrisorio importe de 0,13 euros el kilo, 17 céntimos por debajo de los gastos contabilizados para el agricultor. La gran paradoja es que, en los lineales de los supermercados, el precio se mantiene en 2,30 euros el kilo. Algo similar ha ocurrido con el albaricoque, que se vendía a 3 ?/kg en las superficies comerciales, mientras se ha liquidado en las cooperativas también por debajo de los costes de producción, en ocasiones a 0 euros el kilo. O con el melocotón y la nectarina, por los que, de media, el agricultor percibe entre 35 y 40 céntimos/kg, cuando en el supermercado el mismo producto cuesta siete veces más.

«El desastre ha sido generalizado. La campaña de la fruta ha ido de mal en peor, pero con la ciruela ha sido algo escandaloso. Los productores han tenido muchos problemas para poder comercializarla, debido a los bajos precios de venta: no recuerdo unas pérdidas tan exageradas nunca», sostiene Domingo García Canet, técnico agrícola en la cooperativa Cofrudeca, productor y responsable sectorial de fruta dulce en La Unió de Llauradors.

Las consecuencias del desaguisado comienzan a palparse ya y se traducen en una transformación lenta pero constante del paisaje agrícola de la comarca. «Mucha gente ha decidido no hacer la poda de los árboles y dejar perder las plantaciones, porque uno no puede permitirse el lujo de sacarse dinero del bolsillo para mantener la explotación sin cubrir si quiera los costes», incide García Canet. «El ciruelo ha hecho buena la campaña citrícola: ha habido años en los que no se cubrían los gastos de producción, pero tenías la fruta en la cámara recogida y al menos te la quitabas de encima. Esta vez tenemos pérdidas del 100% y no se encuentra ninguna salida», sentencia el técnico.

Incertidumbre en el sector

Aunque todos los productores coinciden en expresar un sentimiento de desánimo generalizado, el sector no se pone de acuerdo sobre las causas concretas del hundimiento, mientras la burbuja de incertidumbre sobre el futuro se hace cada vez más grande. «No sabemos a ciencia cierta lo que está pasando realmente, porque no hay un exceso de producción respecto al año pasado. El consumidor sigue comprando la fruta cara y, sin embargo, en el campo el precio está a cero: no hay una correlación entre oferta y demanda», lamenta el responsable frutícola de La Unió. De hecho, la superficie plantada de ciruelos se ha ido reduciendo de forma considerable en los últimos años. Según los datos del Ministerio, en 2018 se arrancaron un total de 177 hectáreas en la Comunitat Valenciana, el 5 % de la superficie total.

Aunque en otros años el caqui ha sido una tabla de salvación para las cooperativas, en esta ocasión las perspectivas tampoco son demasiado halagüeñas, en vista de los precedentes. «El futuro es muy incierto, porque en el mercado libre parece que valga todo. Las explotaciones al final se acabarán abandonando», augura García Canet. A finales de julio, La Unió solicitó una reunión urgente con la nueva consellera de Agricultura para trasladarle la problemática y pedirle «que actúe de forma urgente», articulando medidas en forma de ayudas directas que compensen la pérdida de renta. Ayer, AVA denunció que el sector frutícola «continúa en el olvido de la política agraria española», mientras la crisis de rentabilidad no deja de agravarse.

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