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LA HUMILDAD NO CABE EN la vall ens uneix

s emana en la que los moros y cristianos de Ontinyent echaban el telón. A renglón seguido, desde el agitprop se emitían, a los cuatro vientos, las consabidas valoraciones festeras a cargo del gobierno absoluto de Jorge Rodríguez. Y como no podía ser de otra manera (en feliz muletilla que acompañó a Zaplana en sus días de vino y rosas), éxito total, mires por donde mires. Sin matices. Que se me cuiden de tanto éxtasis, que un día de estos vamos a tener una desgracia sobrevenida por eso que llaman morir de éxito. Bocairent, l'Olleria, Quatretonda o Fontanars dels Alforins también andaban de fiesta. Pero ni punto de comparación con las de Ontinyent. Y sino que le pregunten a La Vall d'Albaida ens Uneix.

La prueba del nueve que acredita tanto laurel sobre laurel la patentizan titulares como los de su incasable oficina: «más de 200 personas han trabajado para que las fiestas de Ontinyent sean un éxito»; «Durante la Setmana Gran se han recogido 19 toneladas de basura, un 35% más que el año anterior» o «À Punt duplica su audiencia con la Entrada de Moros i Cristians de Ontinyent». Un triunfalismo que delata que andan reñidos con doña Humildad. Lo suyo es francés. Chovinismo, se llama. Mientras los hosteleros, que teóricamente debían hacer el agosto, acumulan agravio sobre agravio comparativo. Siempre a la espera que se equiparen las tasas por ocupación de vía pública. Mas otras flagrantes discriminaciones a favor de la circulación de los pagos en B. Pero ante eso, el gobierno municipal ontinyentí hace de avestruz.

El primer edil, como llaman al batle los suyos, emulaba la faceta demagógica teorizada por Aristóteles evidenciando que sigue en permanente campaña electoral. Y hacía unas manifestaciones que siempre tocan la fibra emocional del personal, es decir: halagar a la ciudadanía. «Llega el momento de agradecer el trabajo de tantísima gente que las ha hecho posible. A nuestros capitanes, embajadores y abanderados, a los primeros trons de las 24 comparsas y a todos los festeros que han demostrado un año más que las nuestras son las mejores fiestas del mundo». Venga triunfalismo y pompa.

Otro titular que también ha traído cola, y no precisamente por el debate en torno a las sonoras ausencias de altos cargos en l'Entrà o de como se aplicó el protocolo, fue el de la presencia (exhibición, diría yo) nada casual e inédita de Roger Cerdà, alcalde de Xàtiva, en la entrada de bandas. Luego, del munícipe la prensa diría que «quita hierro al malestar en el PSPV por su presencia junto a Rodríguez en Ontinyent». Pero la foto del munícipe socarrat compartiendo el balcón consistorial a los sones de Ximo, con todo el equipo de La Vall ens Uneix, era demoledora. él sabrá si para bien o para mal. Porque en la misma instantánea se veía al guía protector, inventor del tinglado o manifesser mayor que ustedes ya conocen. Y es que al final la política es como un puzzle: solo hay que ir encajando piezas.

Tal como anotaba recientemente un medio valenciano, en relación a lo del balcón, y más asuntos que seguramente están por venir, no sería de extrañar que el susodicho cap de gabinet fraguara ya estrategias con Cerdà en el transcurso de la famosa comida que compartieron en un restaurante de Peñíscola. Se acabará sabiendo.

Mientras, el nuevo diputado decisiu de la Vall en Uneix , Joan Sanchis, dispuesto a cumplir su promesa electoral de representación comarcal, presentaba en la Diputación «una moción para que esta institución inste al actual Gobierno de España a cambiar la normativa sobre el uso de la pólvora en los actos festivos». Dicha ley fue aprobada por el gobierno de Rajoy, pero Sanchis ha descubierto ahora la urgencia de su derogación.

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