La edad y la falta de vocaciones que garanticen el relevo deja a Benigànim sin una presencia de más de medio siglo: la de los agustinos recoletos. La localidad de la Vall d'Albaida, famosa por su Beata Inés despedía ayer a los padres Jaime Beramendi Erice y José María Elia Iriarte, y al párroco Pilar José García Luqui. Son los últimos de los mas de treinta religiosos que han pasado por esta parroquia.

Los beniganenses organizaron un homenaje para despedirse de los religiosos agradeciéndoles el trabajo llevado a cabo durante 54 años, desde 1965. Los actos estaba previsto que comenzaran anoche con una celebración solemne de la Eucaristía en el templo parroquial y una visita a la iglesia del monasterio de las Agustinas Descalzas para venerar el sepulcro de la Beata y que las monjas puedan despedirse de los que también han sido sus sacerdotes. Finalmente, cerca de 250 personas cenaban en la plaza mayor en una velada en la que, entre otras muestras de cariño y gratitud, estaban anunciados varios discursos en los que públicamente el pueblo de Benigànim agradecía la compañía de los agustinos recoletos, con los que han compartido tantas cosas y han acompañado en tantos momentos de sus vidas, buenos y malos, durante todo este tiempo. En especial las asociaciones parroquiales.

En el verano de 1965 Benigànim daba la bienvenida a unos jovencísimos frailes que llegaron al municipio para regentar la parroquia de San Miguel Arcángel. Desde entonces se han sucedido un gran número de miembros de esta orden que han sido el pilar fundamental de la actividad parroquial. Además de la celebración de los sacramentos, estos sacerdotes gestionaron durante años un colegio en el que muchos vecinos de Benigànim y poblaciones cercanas pudieron estudiar el bachillerato.

Una inmensa labor pastoral

Los Agustinos Recoletos son herederos de la forma de vida suscitada por San Agustín (354-430) y asumida en el siglo XIII con espíritu mendicante por la Orden de San Agustín (Gran Unión de 1256). Después de más de tres siglos de historia, en 1912, fueron reconocidos por la Iglesia como orden religiosa autónoma. Su proyecto de vida es el propio de una orden religiosa, suscitada bajo el impulso del Espíritu Santo y aprobada por la Iglesia: viviendo en comunión de hermanos, desean seguir a Cristo, casto, pobre y obediente. Buscan la verdad y están al servicio de la Iglesia, se esfuerzan por conseguir la perfección de la caridad según el carisma de san Agustín y el espíritu de la recolección. La solidaridad forma parte de sus vidas y misiones, deseando que se haga presente en sus comunidades y ministerios. Los agustinos evangelizan territorios de misión, parroquias, centros educativos y obras sociales. Están presentes en 20 países.