El guardia civil David Soriano, destinado en el puesto de Canals, nunca podrá borrar de su memoria el jueves 12 de septiembre de 2019. Las imágenes del dramático rescate en el que arriesgó su vida para salvar otras dos se reproducen en bucle en su cabeza Eran las 10.45 horas cuando él y su compañera Ana Cervantes recibieron el aviso: un padre y su hijo se habían quedado atrapados por la crecida del río Cànyoles cuando se encontraban sacando sus animales de unas cuadras pegadas al cauce, en la partida de Sagres.

Los agentes corrieron atravesando campos y dejándose caer por los márgenes hasta llegar a unos corrales situados a unos 200 metros más abajo, justo en el borde de la riada. Allí escucharon gritos procedentes del interior de un cañar donde encontraron a tres Policías Locales de Canals y a las dos personas que habían efectuado la llamada de socorro. Todos ellos se hallaban «prácticamente en línea» por la densidad del cañar, y se abrían camino para tratar de salir: el agua les llegaba por las rodillas. Según relata Soriano, el padre se encontraba en primer lugar, de rodillas, con el tren superior tendido hacia delante, exhausto y sin poder moverse debido a la situación y a su condición física.

«Entonces, tras indicar a un Policía Local que pasara delante para tirar los dos de él cogiéndolo por los brazos y empujándolo por detrás, lo desplazamos un tramo dentro del cañar», continúa el guardia civil. Sin embargo, «llega un momento en el que no hay manera de continuar arrastrando al padre y se escuchaban gritos del exterior del cañar indicándonos que saliéramos inmediatamente, ya que el nivel del agua no dejaba de subir», señala Soriano. Dos policías locales procedieron a abandonar el cañar. «En ese momento le digo al Policía Local que estaba sujetando al hijo detrás del padre, que pasara a mi altura para tirar los dos del hijo, ya que el agua nos empezaba a sobrepasar la cintura, consiguiendo de esa manera avanzar por el cañar los tres».

Pero entonces llegaron los momentos de mayor tensión. «Saliendo del cañar, de repente, el agua nos llegaba a la altura de las axilas. Estuvimos unos segundos cogiéndonos de las cañas y éstas se partían cuando tirábamos de ellas, ya no para avanzar, sino para que no nos arrastrara el agua. Fue un momento agónico», cuenta David.

«Teníamos a un metro un muro de bloques que iba desde donde terminaba el cañar hasta la calzada de piedra y no sé de qué manera lo hice pero llegué y cuando me giré para ayudar al Policía Local y al hijo, justo en ese instante la presión del agua hizo ceder el muro y me arrastró junto con los restos debajo del techado de uralita», prosigue el agente. «La estructura del techado también cedió y me cayó encima. Tras impactar las placas de uralita contra mí y los restos del muro, se fracturan y consigo llegar a la calzada de piedra a través de las traviesas de madera de la estructura y los restos de placas de uralita que la riada estaba arrastrando». Encaramados al muro antes de que cediese se encontraban los dos policías locales que consiguieron salir antes de que les sorprendiera el aumento de la riada. Uno de ellos saltó a la parte superior de la calzada, pero el otro se cayó al agua. La intervención de David fue crucial para que el rescate tuviera final feliz. «Encontrándome agarrado a la calzada de piedra veo como al policía local lo estaba arrastrando la corriente de la riada y le ayudo para que pueda aferrarse a la calzada, consiguiendo ascender hasta la mitad de la calzada, ayudándome posteriormente él a mí para llegar a su altura», señala el guardia civil. En ese momento, los dos agentes en peligro pudieron ser auxiliados por el resto del dispositivo de rescate que se encontraba en la parte superior de la calzada.

Sin heridos de consideración

Pero el servicio no había finalizado. El padre seguía atrapado en el centro del cañar y la riada arrastró a su hijo junto con otro policía local unos 10 metros, hasta otro corral en el que consiguieron aferrarse a un pilar de hierro. En ese instante llegó un equipo de bomberos que, junto con el resto de guardias civiles, lograron rescatarlos. Sobre ellos se habían acumulado restos de cañas que la riada transportaba. En primer lugar, un bombero atado con una cuerda puso a salvo al hijo, tras desplazarse por encima de los restos de cañas y escombros que se habían acumulado por la crecida del río. Posteriormente fue rescatado el policía local que se encontraba atrapado contra el pilar, rodeado por cañas y restos de maderas. Le habían lanzado una cuerda para que se la atase por el contorno del pecho y, de esa manera, al retirar el bombero parte de las cañas, consiguieron desde la orilla tirar de la cuerda y liberarlo, llevándolo hasta ellos.

En la «zona cero» se personaron miembros del grupo de rescate de montaña de la Guardia Civil y bomberos del GERA que, junto con el helicóptero del 112, rescataron al padre atrapado en el cañar. El incidente terminó con dos agentes trasladados al hospital, aunque sin heridos de consideración. David ha seguido trabajando con normalidad, pese a todo. «Han sido momentos agónicos, pero gracias al trabajo en equipo de Guardia Civil, Policía Local y Bomberos todo ha acabado bien. Ahora, cuando me amargue un día por lo que sea, pensaré en ese momento, y por muy grave que sea el problema, siempre será mejor que tener un techado de uralita encima desplomándose con una riada que te arrastra», sentencia.