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Opinión

Gil Ferraut y el homenaje a María Marín de Selgas

Asentado en el viejo Madrid, en las cercanías del Teatro Español, rehizo el periodista Fernando Gil Ferraut su vida tras ocho años de condena en las prisiones franquistas, y descubrió con pesar, tras recuperar la libertad, que nadie había realizado un homenaje a la difunta viuda de Fortunato Selgas. Setabense de nacimiento, llevaba a la ciudad en su corazón y siempre que podía regresaba por tren, para luchar por la cultura y poner su brillante pluma al servicio dels llibrets de la Fira d'Agost y del semanario Játiva. Aquel carismático hombre, dotado con el don de la escritura, pronto sedujo a la opinión pública para conseguir que las fuerzas vivas y populares se movilizaran para realizar el debido homenaje a la señora del Palasiet, fallecida en 1942. Doce años después de su muerte, y a través de sus colaboraciones en el diario Játiva, consiguió movilizar a la opinión pública para que se le dedicase lo que hoy denominaríamos como un espacio de memoria, conocido como jardín de la Paz o parque de Selgas Marín, con monumento incluido, que actualmente se encuentra por cierto bastante deteriorado y con varias letras de su rótulo identificativo perdidas, lo que contrasta con la frescura de su florido jardín.

A inicios de los años 50, España iniciaba la denominada década bisagra, aquella en que se iban superando las dificultades de la dura posguerra nacional y europea, y con la Falange transformada en Movimiento Nacional, se acababan las soflamas políticas, las obsesiones de un Imperio que mirara hacia Dios, y las simpatías hacia las potencias totalitarias. Asentada la cordura en la capital de la Costera, un grupo de setabenses, en nombre de la cultura, decidió fundar el semanario Játiva, allá por el año de 1951, para devolver a la ciudad algo del esplendor cultural y periodístico de los años veinte y treinta. Se hablaría en la nueva publicación de historia, literatura, pintura, de la vida estudiantil, musical, fallera, de los problemas de la ciudad, pero jamás de política, la que quedaba relegada a la glorificación de los logros del Régimen. El amor por la cultura vino a hermanar a los setabenses y a recuperar a buena parte de la intelectualidad setabense represaliada, y que lograba retornar a su patria chica, para seguir escribiendo como Gil Ferraut, o el escultor José Aragonés, que bajo perpetua vigilancia, firmaría sus artículos con el apellido del revés, por si acaso. Ya nada sería como antes, pero al menos habría que intentarlo, en espera de la llegada de tiempos mejores.

Fernando Gil Ferraut fue un hijo no deseado de una historia de amor pasajero. Contraviniendo las reglas de la familia tradicional fue educado por sus abuelos maternos. Estudió en el Colegio Setabense, realizó el bachiller, y alcanzado el título de maestro, Fernando Gil ejerció por poco tiempo el magisterio en el centro que le vio crecer, y dio rienda suelta a su verdadera vocación periodística como colaborador de prensa en el Heraldo, y participó en el proyecto de fundar la Revista Unión Cultural, momento en que conoció a la señora del Palasiet. Fue a pedirle ayuda, y María Marín le recibió, le felicitó por la idea, y le otorgó una generosa donación económica para impulsar la publicación. Tuvo tiempo también para ser presidente de la Nova de Xàtiva, en una de las épocas más brillantes de su historia. Y desde allí le dedicó el pasodoble María Marín de Selgas, obra del maestro García, en agradecimiento a su obra altruista, pródiga en donaciones a las sociedades culturales de la ciudad, y de ayuda a los desfavorecidos, a través de la creación del Cuerpo de las Damas de la Cruz Roja, de la que fue fundadora y activa militante.

Inició la campaña pro homenaje a María Marín Gisbert en la Navidad de 1953, estableciendo una comparativa entre el bello mito de las joyas de Isabel La Católica y las de la Dama del Palasiet. El inteligente periodista supo adaptarse pronto al libro de estilo de la nueva coyuntura política, y todo lo que fuera enaltecimiento de los Reyes Católicos sería siempre bien visto por los censores del Régimen. Así, según cuenta la leyenda, si la reina Isabel ofreció sus joyas al soñador genovés para que ganase nuevas tierras para Dios y España, como se solía decir con aquella retórica tan agrado de las autoridades, la dama del Palasiet legó en su testamento medio millón de pesetas, que era la cantidad en que estaban valoradas las suyas, a repartir entre las instituciones de pobres de Xàtiva.

Donación que siempre permaneció en secreto, y que Fernando Gil ahora hacía pública para hacer entender a los setabenses porque la viuda de Selgas merecía un homenaje, y es más, sin ser setabense, renunció a los mármoles y al fausto de su panteón familiar para dejar sus restos en el cementerio local, prueba del amor que sentía por los jardines del Palasiet. Por ello argumentaba Fernando Gil, que había llegado la hora de reparar tan gran olvido y patente ingratitud, y comenzar a buscar un rincón de Xàtiva para dedicarlo a su memoria.

Enseguida llegaron las adhesiones, acompañadas de generosas aportaciones económicas para organizar el homenaje, procedentes de la Música Nova, la Cruz Roja, el Banco Español de Crédito, y el propio ayuntamiento, que en pleno y por unanimidad, decidió dedicar un jardín o una calle de la ciudad a la memoria de María Marín, y le siguieron centenares de particulares, junto con la aparición de numerosos testimonios que acreditaban la generosidad de la Dama hacia los pobres. Así, el comerciante de la plaza la Bassa Perales Barrachina, desvelaba el secreto de que durante años, María Marín le había comprado todo tipo de alimentos de primera necesidad para repartir entre las familias más desfavorecidas, y enterado de que una minoría tendía a revenderlos, se lo contó a la viuda de Selgas, que no montó en cólera, ni exigió la retiraba de la ayuda. Sólo le indicó al comerciante que entregase menor cantidad.

La insistencia y la perseverancia periodística de Fernando Gil desde el único medio de comunicación escrito de la Xàtiva de los años cincuenta, tuvo como recompensa la movilización de buena parte de la sociedad para llevar a cabo un homenaje que analizaremos la próxima quincena„tal vez el mayor que nunca haya tributado Xàtiva a nadie„, y donde a la pregunta de por qué el señor Gil Ferraut mostraba tanto interés por perpetuar la memoria de aquella ilustre dama, él respondía «era obligado porque cuando yo tuve un grave percance en mi vida, gracias a la extraña generosidad de doña María, nada me faltó», según declaró al semanario Játiva. Los Selgas, a pesar de su filiación franquista, ayudaron a muchos republicanos condenados a penas de prisión. Pensamos que aquella fue la razón que llevó a Gil Ferraut a demostrar su gratitud promoviendo aquel homenaje. Parece ser que María Marín, no sólo ayudó a los pobres.

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