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Nos la jugamos

A estas alturas hay gente que podría facilitar como dirección para notificaciones el espacio situado ante el ayuntamiento, dado que se pasa la allí la vida, o por lo menos muchas tardes en permanente ejercicio de su responsabilidad ciudadana. Y aunque para algunos tal dedicación, pueda ser motivo de pitorreo, tienen mucho mérito. Porque esa ciudadanía que prescinde de otras ocupaciones normalmente más entretenidas, o subordina su complicada agenda para asistir a la concentración de turno, es la línea de defensa y presión que nos queda en muchos casos ante contundentes ataques a derechos básicos y la clamorosa laxitud frente a problemas en los que nos jugamos mucho. Por ejemplo, luchar por las pensiones que nunca cobraremos aunque si cotizaremos, condenar sin paliativos a quienes asesinan a las mujeres con injustificable impunidad o exigir políticas de medio ambiente comprometidas, habida cuenta de que no tenemos planeta B al que trasladarnos cuando acabemos de rematar éste.

Esta última motivación es la que justifica la convocatoria de mañana viernes, a las 19.30 de la tarde, en el lugar de costumbre. Y tiene una importancia capital porque si entre unos y otros, dinamitamos el patio de juegos que ocupamos, ya no habrá juego al que jugar. Desde hace décadas la comunidad científica alerta del deterioro de un gran número de ecosistemas. El último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) muestra la gravedad del cambio climático, así como la urgencia de intervenir para evitar que la temperatura global del planeta se eleve por encima de 1,5ºC. Porque la cosa es que si se supera esta temperatura se produciría, por ejemplo, un alarmante aumento del nivel del mar que expondría a millones de personas a inundaciones letales. La pérdida de biodiversidad que padeceríamos sería catastrófica, pero si el ascenso es a 2°C, el problema sería completamente irreversible por la desaparición de especies de plantas, animales, insectos, e incluso la muerte de casi la totalidad de los arrecifes de coral.

El panorama es ciertamente preocupante aunque hay gente que se lo toma con calma, como si estuviera hablando del planeta y del futuro de otros, sin darse cuenta de que por activa o por pasiva, todos somos responsables. Tanto por nuestras propias actitudes individuales, nuestros hábitos de consumo, nuestra capacidad de originar desechos? como por nuestra indiferencia a la hora de elegir y fiscalizar a quienes tienen el poder de salvar o condenar a un planeta agonizante.

Durante la semana que está a punto de acabar se han convocado movilizaciones masivas en todo el mundo que culminarán mañana en las concentraciones previstas. Las convocan, firmemente sustentados en las advertencias científicas, movimientos ciudadanos, mayormente constituidos por gente joven, conscientes de que es su futuro el que está en juego. En España cuentan con el apoyo de más de 300 organizaciones de carácter social, grupos ecologistas, ONG, sindicatos, que han firmado un manifiesto exigiendo que se declare de manera inmediata la emergencia climática y se tomen las medidas necesarias para reducir a cero las emisiones de gases de efecto invernadero en el plazo más corto posible.

Es una emergencia, sin lugar a dudas que diccionario en mano, es un suceso que exige atención inmediata ya que implica un desastre consumado o potencial. Y es evitable si se produce la reacción necesaria. Algo que parece improbable mientras nos toquen gobernantes instalados en la estupidez o la desidia, incapaces de comprender que los episodios de lluvias catastróficas o las olas de calor, no son casualidades climatológicas, ni anécdotas triviales sino señales claras y contundentes de la liquidación de un ecosistema que no tiene reemplazo posible.

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