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Deporte poco igualitario

quizás antaño, la práctica deportiva llevaba nombre de varón. Durante muchos años, hubo un único deporte rey y un único perfil de las personas aficionadas al ejercicio físico. Aunque las mujeres lo realizaban, por supuesto, atendiendo al número de calorías que se queman con las labores domésticas. Pero estaban excluidas de la práctica deportiva como tal, y, lo que es peor, no se veían con cualidades ni disponibilidad para ello. Tampoco ganaban campeonatos, ni ocupaban portadas de los periódicos. Hace apenas 50 años ni siquiera podían participar en carreras populares, hasta que en 1967 Katherin Switzer, burlando la prohibición expresa se convirtió en la primera mujer en competir en la maratón de Boston.

A día de hoy, la realidad es muy diferente porque las mujeres han empezado a moverse en sentido literal y figurado. Si generaciones anteriores se caracterizaban por la vida sedentaria y la falta de ejercicio, ahora está plenamente asumido por las mujeres el hecho de que la actividad física es sinónimo de calidad de vida y factor de autocuidado por los enormes beneficios psíquicos y psicológicos que puede reportar. Si hablamos del deporte profesional o de competición, se constata que las deportistas españolas siguen teniendo problemas y sufren las mismas dificultades que cualquier mujer (brecha salarial, despidos injustos cuando se quedan embarazadas?) y algunas específicas (premios inferiores, menor atención de los medios de comunicación, escasez de patrocinadores) Por ello, conscientes de la necesidad de romper las reglas de un juego que les hace trampas, el pasado 8M más de un millar de deportistas suscribieron un manifiesto en el que exigían contratos profesionales, más recursos y subvenciones y, claro que sí, la igualdad en la dirección de los organismos deportivos.

Si hablamos del deporte popular, se evidencia la necesidad de fomentar la participación de las mujeres hasta alcanzar la igualdad sin regatear esfuerzos de promoción y visibilización. También habría mucho que hacer para evitar el abandono masivo de las chicas del deporte al llegar a la adolescencia vinculado sin duda a los patrones sociales existentes, para lo cual habría que ofrecerles referencias deportivas femeninas o alternativas de ocio diferentes a las existentes.

Pero donde sin duda se plantea un enorme desafío es en la práctica deportiva como fuente de salud y autocuidado, tendencia afortunadamente creciente, que se enfrenta sin embargo a enormes condicionantes fruto de las responsabilidades domésticas que comprometen el tiempo de las mujeres. Es descomunal el esfuerzo que hay que realizar a veces para incluir en los complicados horarios femeninos la clase de gimnasia rítmica o la piscina.

Por ello resulta preocupante la escasa presencia femenina en la composición del nuevo Consell Esportiu de Xàtiva, órgano autónomo, dotado de presupuesto propio y encargado de gestionar todas las actividades deportivas incluyendo la promoción del deporte de base. Las hay ciertamente, pero en una proporción que no se corresponde con el número de deportistas y practicantes de ejercicio físico existentes y mucho menos con el peso cuantitativo de las mujeres en el censo poblacional. Debería haberlas porque su presencia es la mejor garantía de que sus circunstancias específicas, sus necesidades y carencias no serán olvidadas. Son necesarias porque deportistas tan brillantes como Anna Sanchis, Pilar Larriba, Loles Ballester, María Ureña y tantas otras merecen además de actos de reconocimiento y homenaje muy merecidos como el celebrado en 2017, estrategias definidas que permitan el surgimiento de nuevas figuras femeninas en el deporte setabense.

La insuficiente presencia de mujeres en el Consell incumple además uno de los acuerdos firmados en la Xativa Violeta II que perseguía que „también en este ámbito„ las mujeres no perdieran la carrera de la igualdad.

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