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Los frigoríficos del siglo XVIII

Una jornada senderista recorre la ruta por 18 «caves de neu», los almacenes de nieve de la Mariola

Los frigoríficos del siglo XVIII

Hasta la invención del frigorífico y el congelador, mantener la comida en casa se convertía en una tarea algo más complicada. Sobre todo en verano, cuando las altas temperaturas hacían que los alimentos se estropeasen más rápidamente. Por eso durante siglos, se utilizó un remedio más natural para tratar de mantener las cadenas de frío: la nieve en bloques, que durante el invierno se guardaba en grandes almacenes excavados bajo tierra, para sacarlos a la venta en los mercados de los distintos pueblos en las estaciones más cálidas. Una ruta senderista ha repasado este fin de semana estas «caves de neu» de la Sierra Mariola, los vestigios de lo que llegó a suponer uno de los grandes negocios de la comarca de la Vall d'Albaida y los territorios colindantes entre mediados del siglo XVI y finales del XVIII.

La Ruta de les Caves de la Mariola, organizada por el Club Excursionista de Atzeneta d'Albaida «Amics del Benicadell», se desarrolla este fin de semana en dos sesiones. La primera, el sábado, consistía en una charla magistral en el que se les explicaba a los asistentes la historia del comercio de nieve en la comarca, sus protagonistas y el papel que jugaban las neveras construidas por toda la sierra. En la segunda, un recorrido de unos doce kilómetros por los senderos de la Mariola, sirvió para comprobar de primera mano lo aprendido en el día anterior, con la visita de tanto las cavas más importantes como los pozos de nieve menos conocidos, testigos todos ellos de la historia de la comarca. El viaje corría a cargo de Pasqual Boira y Ximo Tormo, dos aficionados a la historia de estas edificaciones que compartieron sus conocimientos con los asistentes como guías de la ruta.

Industria de una Edad de Hielo

El auge del negocio de las cavas de nieve, según explicaba Boira, tuvo lugar en una época que fue, meteorológicamente, como una «pequeña Edad de Hielo». «La temperatura general bajó en una media de un grado, que es una barbaridad», afirmaba el senderista. En un territorio aún no afectado por el calentamiento global, este fenómeno provocó que la nieve apareciese con frecuencia incluso a unas decenas de metros sobre el nivel del mar: «Hay siete depósitos de nieve en Benigànim, a unos 180 o 200 metros de altura. Es una pista clara de que en aquella época nevaba, y bastante, en el lugar», ilustra Boira. Ante estas condiciones, los pequeños burgueses valencianos se lanzaron a construir almacenes por todo el territorio, que en cada lugar recibieron un nombre: neveres, clots de neu, cases de neu, fornets... Y las caves, que es como se conocen en la sierra Mariola.

En el marco de la Vall d'Albaida, al hablar de estos almacenes surge un nombre ineludible, el de la familia Puig. «Era una familia de burgueses que llegaron a ser muy ricos, y que cimentaron su fortuna sobre la venta de nieve. Llegaron a monopolizar el comercio en la comarca, mediante la compra de terrenos y cavas». Fueron ellos quienes construyeron la que es la cava de nieve más conocida de la comarca, la Cava Gran o Cava Arquejada, una parada habitual frente al pico del Montcabrer en las rutas de senderismo. «Tenemos documentación de que llegaron a trabajar alrededor de 500 jornaleros en esa cava. Era un buen complemento para los agricultores, sobre todo», apunta al respecto Boira. Se recogía la nieve de los alrededores y se iba lanzando al interior de la cava en capas de alrededor de medio metro de espesor, que se aplastaban para condensar el hielo antes de continuar con la siguiente. Después, a partir de la primavera, los propietarios de los terrenos conseguían pingües beneficios con la venta de bloques de hielo, de unos cincuenta kilos de peso cada uno.

La fabricación de hielo artificial, que empezó a mediados del siglo XIX, fue el principio del fin del comercio de nieve y sus siglos de historia. Tan solo prosiguió en algunas zonas rurales, sobre todo tras la Guerra Civil, pero de manera residual. La Cava d'En Miquel, en el término de Bocairent, fue la última que se construyó en todo el territorio valenciano. Dicen que fue la ruina de su constructor, que invirtió en un negocio ya en decadencia. Al final ha quedado como su mejor testigo.

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